Una reflexión simple nos revela que la estrategia del PAN para intentar convencer a la mayoría de los habitantes, a fin de que apoyen sus pretensiones políticas de regreso a los privilegios, es contraria a toda lógica.
La hegemonía del PRI y del PAN en los gobiernos que destruyeron a este país durante los últimos 40 años, nunca se basó en procesos democráticos que requieren el apoyo de la mayoría de los ciudadanos. Se apoyaron a el grupo de privilegiados a quienes sus gobiernos entregaban el dinero del presupuesto y las riquezas del país, siempre que les dejaran caer algunas migajas.
Con estas bandas de saqueadores vestidos de gala, compraron medios de propaganda y alquilaron marionetas de opinión que durante décadas se dedicaron a imbuir en la población que tuvo la desgracia de escucharlos, una doctrina aspiracionista de egoísmo profundo, que desplazó la empatía de cara a la mayoría de los habitantes.
Y con esos grupitos, unos privilegiados y otros sintiéndose candidatos a serlo, fueron manteniendo el control de elecciones, estados, congresos y presidencias, hasta que terminaron por hartarnos y salimos a votar masivamente para mandarlos al despeñadero con una patada en el trasero.
Siempre actuaron con el respaldo de una minoría rapaz y otra un poco más grande, cuya aspiración era poder llegar a alguna posición donde demostrar su voracidad potencial, pero nunca tuvieron el apoyo de la mayoría.
De esta manera hoy que la mayoría participa, opina, vigila, ya se enteró que su voto es suficiente para mantenerlos a raya; sin embargo, desde su profunda discapacidad cerebral, estos soberbios se imaginan que pueden seguir engañando, para que los respalden mientras siguen despojándonos de las riquezas de un país que creían les pertenecía.
Sólo en ellos cabe la idea de convencer a esta gran mayoría de mexicanos, de que dejemos de apoyar al único gobierno que les ha puesto atención a los más desprotegidos. Llevan así 4 años, diciéndonos que este gobierno no sirve, porque en realidad a los que no les sirve es a ellos. Insisten por todos los medios que el país está siendo destrozado, ese país que les pertenecía y que ahora prácticamente ya no existe. Hacen gala de su pobre educación, de su simplona capacidad de comunicación, profiriendo insultos, agresiones e improperios en contra del gobierno y de los ciudadanos que lo respaldan. Y al final esperan que así, insultando y denostando, la mayoría los apoye.
Es una lógica bastante ridícula, incongruente y absurda. ¿En qué universidad extranjera les habrán enseñado que el voto popular se gana maltratando al pueblo? En realidad su discurso se dirige al grupito minoritario que siempre los ha apoyado, por conveniencia o por desorientación mental.
Esta minoría son los únicos que disfrutan con los insultos al presidente, a sus familiares y a sus simpatizantes, que por cierto somos mayoría, que hoy opinamos y votamos. Y está muy bien que así sea, para que en cada elección solamente dependan de esos grupúsculos, que aplauden sus incoherencias, sus berrinches infantiloides y pueriles, quienes por cierto, cada día son menos.
Como dijo el filósofo de la India Rabindranath Tagore: “El canal se complace pensando que los ríos no existen sino para traerle agua”.