Francisco José Madero, sobrino del Apóstol de la Democracia, nació en San Antonio, Texas, radicó en Ciudad de México y fue alcalde de Torreón, apadrinado por el presidente José López Portillo. Se conocieron cuando éste era subsecretario de Patrimonio Nacional y aquel presidía la Junta Federal de Mejoras Materiales, en el Gobierno de Luis Echeverría. Esa relación y otros factores —su padre era el general Raúl Madero— le permitieron a Madero ser después diputado federal, gobernador sustituto de Óscar Flores Tapia —propuesto por él— y senador. Don Pancho fue un hombre bueno y un funcionario probo y diligente.
Al cabo de haber fijado su residencia en Torreón —me contó entre risas—, solicitó un préstamo bancario. El gerente le escuchó con atención, revisó sus datos personales y le expresó su respeto por las aportaciones del apellido a las causas democráticas y revolucionarias. Las cosas marchaban a pedir de boca. Cuando don Pancho esperaba escuchar las palabras mágicas —«crédito aprobado»—, el banquero lo bajó de la nube: «Todo está en orden, señor Madero, pero existe un pequeño inconveniente: no lo conocemos lo suficiente. Vuelva más adelante».
Pasados los años, don Pancho regresó a la misma institución y lo atendió el mismo funcionario. Presentó documentación, recomendaciones y cuentas al corriente. Nada que objetar. «¿Dónde firmo?», preguntó el sobrino del mártir. «Lo siento, don Francisco, su solicitud no puede ser aprobada». «¿Y ahora, por qué?», repuso. «Porque si antes no sabíamos de usted, ahora los conocemos demasiado». Don Pancho se desternillaba de risa cada vez que contaba la anécdota. Mi amigo honró el apellido, vivió en la honrada medianía y fue ejemplo para sus hijos.
El senador Armando Guadiana, aspirante al Gobierno del estado por Morena, es una figura sobradamente conocida por su trayectoria empresarial, sobre todo en el negocio del carbón, uno de los más redituables. No sorprende, entonces, que en la encuesta del partido guinda sobre el conocimiento de los pretendientes a la gubernatura haya ocupado el lugar número uno. Guadiana ha estado en los últimos años bajo los reflectores, como candidato a gobernador y senador. También compitió, sin éxito, por la alcaldía de Saltillo. Su desempeño en la Cámara Alta ha sido gris y sus posturas, contrarias a las del presidente Andrés Manuel López Obrador, a quien debe, lo mismo que los senadores Germán Martínez y Lily Téllez, haber sido postulados por Morena.
El segundo lugar de Luis Fernando Salazar en la encuesta, también es explicable. Como operador electoral de Guillermo Anaya, el lagunero conoce el estado y su activismo en las redes sociales le brinda mayor presencia. El expanista ha sido diputado, senador (2012-2018) y aspirante a gobernador —contra Anaya—. En 2021 pudo haber ganado la alcaldía de Torreón, por Morena, pero el Instituto Nacional Electoral le retiró el registro por no haber reportado los gastos de precampaña. Lo reemplazó su padre, del mismo nombre, quien obtuvo una votación copiosa.
También era previsible el tercer lugar de Ricardo Mejía en la encuesta de Morena. Hace 17 años abandonó el estado en busca de oportunidades que los Moreira cerraron a quienes no se sometían a sus caprichos e intereses. Empero, la puntuación obtenida por alguien que empezó a promoverse como candidato a la gubernatura hace apenas ocho meses, no es desdeñable. Faltan los filtros más difíciles: atributos personales, opinión sobre los aspirantes (el conocimiento de Guadiana podría jugar en su contra) y el aval del Consejo Nacional de Morena, cuyo presidente es el gobernador de Sonora, Alfonso Durazo.