El entusiasmo palpable del alto empresariado mexicano hacia Claudia Sheinbaum, manifestado durante la reciente Convención Bancaria, contrasta fuertemente con la incertidumbre económica que perciben los analistas y la propia ralentización del consumo. Viri Ríos, en su columna para Milenio, desentraña las razones de este optimismo empresarial, argumentando que reside en una «dimensión política» distinta a la de los analistas.
Ríos sostiene que los empresarios no ven en Sheinbaum una amenaza, sino una figura poderosa con la que pueden negociar e influir. Este sentimiento de control potencial sobre decisiones clave en sectores como energía, telecomunicaciones y regulación les genera confort. En esencia, perciben a Sheinbaum como alguien con el poder de un «botón nuclear», pero confían en su capacidad para persuadirla de no utilizarlo.
Este optimismo, según la autora, no es ingenuo, sino un reflejo de la comprensión histórica del «capitalismo de cuates» mexicano y la percibida falta de voluntad de Morena para confrontarlo. A pesar de reconocer desafíos a corto plazo, los empresarios vislumbran un futuro prometedor, especialmente con la propuesta de Sheinbaum de sustitución de importaciones asiáticas, que abriría un mercado interno atractivo, y la expectativa de un acceso privilegiado al mercado estadounidense debido a los menores aranceles de México. En otras palabras, ven la oportunidad de reducir la competencia china y fortalecer su posición en el mercado norteamericano.
En contraposición, los analistas, con una visión más centrada en los indicadores económicos y la incertidumbre global, se sienten incómodos ante la volatilidad y los múltiples factores en juego. Ríos sugiere una diferencia de personalidad entre ambos grupos: los analistas, más inclinados a la aversión al riesgo, frente a los empresarios, históricamente más propensos a la audacia.
Finalmente, Ríos advierte sobre el riesgo de que este entusiasmo empresarial desemboque en un «nuevo capitalismo de cuates» bajo el gobierno de Sheinbaum. Para evitarlo, insta a la futura Presidenta a permitir el fracaso de las empresas no competitivas, a distinguir entre las productivas y las parasitarias, y a exigir más del sector empresarial. La autora concluye que existe un margen considerable para aumentar las demandas al empresariado mexicano.