El PRI gobernó los tres últimos sexenios prácticamente sin oposición. Las cosas seguirán igual, pues el PAN y el PRD decidieron declararse sus aliados, ya sin máscaras. En esa tesitura, Manolo Jiménez deberá prepararse para afrontar a los partidos duros de la 4T: Morena y PT. La táctica de Humberto Moreira consistió en arrinconar al PAN para vengar sus derrotas en Torreón, donde perdió la elección para gobernador, la alcaldía y los cuatro distritos. Luego de ser interpelado en su primer informe por los diputados panistas, dejó de asistir al Congreso para montar reality shows fuera de Saltillo. Los invitados eran en su mayoría comparsas ante quienes informaba de sus logros sin el riesgo de ser increpado. Así pudo ocultar la megadeuda que lo hizo pasar a la historia como el peor gobernador de Coahuila junto con su heredero.
Sin embargo, el PAN terminó por ceder. La versión más aceptada es la de siempre: arreglos entre las cúpulas. Líderes del PAN de aquella época lo niegan. «Moreira tomó mucha fuerza y en las encuestas siempre salía arriba», me dijo uno de ellos. Aun así, la sentencia de Víctor Hugo, aplicable al político más encumbrado de cualquier época y momento, se cumple rigurosamente: «La popularidad es cera en calderilla». Bastó que Moreira I (como también le pasó al II) dejara el poder para convertirse en villano. El escándalo de la megadeuda pinchó el globo de las encuestas según las cuales el mejor gobernador de México era el de Coahuila. Enrique Peña lo defenestró de la presidencia del PRI, aunque nunca dejó de protegerlo para no caer con él.
Rubén Moreira cambió de estrategia y se atrajo a líderes y cuadros del PAN. Además de sinecuras, les concedió puestos secundarios en la administración, el Congreso y el Tribunal de Justicia del Estado. De pronto, apellidos que antaño le dieron dignidad y respeto al partido fundado por Gómez Morín, aparecieron a las nóminas del PRI y del Gobierno. En las elecciones de 2011 la ciudadanía —no el panismo— le dio a Guillermo Anaya tantos votos o más que a Miguel Riquelme, delfín de Moreria II. Lo hizo porque Anaya catalizaba el hartazgo ciudadano, pero más por repudio a los Moreira.
Después de haber estado a punto de perder la gubernatura, Miguel Riquelme logró recuperarse y capitalizar el enfado de las élites y de un sector de la clase media hacia el presidente Andrés Manuel López Obrador para cerrar la pinza: terminó de diluir a las oposiciones, captó a cuadros de Morena y nombró sucesor. Con la postulación de Manolo Jiménez por la coalición PRI-PAN-PRD, el gobernador lagunero aseguró la permanencia de su partido en el poder otros seis años. En 2029 completará un siglo, si las circunstancias no cambian. El vacío opositor lo llenarán otras fuerzas.
Morena no representó para el PRI una amenaza real en el sexenio de Riquelme. El senador Armando Guadiana y el exdelegado de la 4T, Reyes Flores, utilizaron sus posiciones para lucrar. El fracaso del empresario en las elecciones de este año habla por sí solo. Guadiana, quien pretende a contrapelo heredar el escaño a su hija, terminó su ciclo político. Jiménez gobernará en un escenario diferente. El diputado local electo Antonio Atollini despertará al Congreso de su letargo, como Guillermo Anaya y Jesús de León lo hicieron en sus mejores tiempos. Ricardo Mejía busca ser diputado federal o senador por el PT y volver a Coahuila para cumplir lo que ofreció en su campaña para gobernador: poner fin al moreirato.