En medio del bombardeo informativo, el odio y la banalidad de las redes sociales, y frente a la degradación del lenguaje y la vulgarización de la música en todos los estratos, el periodismo y el arte se abren camino sin trucos ni estridencias. Cuando el talento y la inspiración se juntan, brotan piezas inspiradoras y sublimes. Así pasó en la charla de Ricardo Rocha con los cantautores argentinos Facundo Cabral y Alberto Cortez (los tres ya fallecidos) en el programa Para Gente Grande (1994 , disponible en YouTube). En el contexto de la migración, la xenofobia, el capitalismo salvaje y la globalización, los temas tratados son de acuciante actualidad.
Cortez emigró a España a los 24 años y Cabral se volvió, en palabras suyas, «ciuadano del planeta». Cortez popularizó la canción de Cabral «No soy de aquí ni soy de allá», cuya letra define la universalidad de los dos y al hombre mismo. Su interpretación de «No me llames extranjero», del también argentino Rafael Amor, es una de las más emotivas. Adoptada como himno por los migrantes sudamericanos en España, la letra estruja el alma:
«…No me llames extranjero, si en el amor de una madre / Tuvimos la misma luz, en el canto y en el beso / Con que nos sueñan iguales, las madres contra su pecho. (…) No me llames extranjero, mírame bien a los ojos / Mucho más allá del odio, del egoísmo y el miedo / Y verás que soy un hombre / No puedo ser extranjero» —dicen algunas de sus estrofas.
En El Abuelo, Cortez evoca: «El abuelo un día / Cuando era muy joven / Allá en su Galicia / Miró el horizonte / Y pensó que otras senda / Tal vez existían / Y al viento del norte / Que era un viejo amigo / Le habló de su prisa / Le mostró sus manos / Que mansas y fuertes / Estaban vacías / Y el viento le dijo / Construye tu vida / Detrás de los mares / Allende la Galicia».
Cuestionado por Rocha sobre el regreso de los jóvenes de finales del siglo pasado a las raíces del lenguaje y la poesía, Cortez explica: es un mecanismo de defensa. «Estamos tan invadidos, tan colonizados por nuestros hermanos del norte (…) que hay una reacción natural, biológica del ser humano. Tenemos que defender como sea la herencia diamantina —según decía Salvador Pérez Valiente— del idioma. Nuestro idioma es lo más importante que tenemos, es la forma de comunicarnos, es la forma de bajarnos del árbol. No podemos subir al árbol todos los días destruyendo la palabra, destruyendo el idioma. (…) Es la libertad, y no podemos permitir que nos traigan otras libertades encima de las nuestras para, de alguna forma, someternos».
Interrogado por Rocha sobre «cómo ser de todas partes sin dejar de ser nosotros mismos», el autor de Mi árbol y yo, filosoba: «Eso está en tus principios morales. (…) Para darnos exactamente cuenta lo que significa ser, más allá de los convecimientos místicos que puedas llegar a tener, vamos a los físicos. Si tú te paras o te echas panza arriba en un médano en la pampa en una noche de verano y te pones a mirar las estrellas, y adivinas, porque no lo puedes hacer de otra manera, lo realmente pequeños que somos en el concierto general del universo, en ese equilibrio perfecto que solamente la idea de Dios lo puede llegar a aunar, a concebir, lo pequeño que somos en ese tremendo concierto, es cuando te das cuenta de que vale la pena sencillamente ser, formar parte de ese equilibrio.
»Y es ahí donde en donde se le cae el techo a los dueños del dinero, es ahí donde se le cae el techo a todos aquellos que pretenden imponer sus ideas por la fuerza. Es ahí donde se les cae el techo, pero el techo de estrellas, a todos aquellos que prefieren caminar torcidos para que los demás tengamos una idea de lo que es el derecho. Ahí es cuando te das cuenta de todo, de que vale la pena ser, para participar del equilibrio general».
Después de ejemplificar sobre lo sencillo, Cabral nutre la idea corteziana: «La conciencia (…) te hace sentir cuánto más somos a partir de esa pequeñez. Eso es fantástico. Goza todo cuanto vives y será una fiesta el mundo. Olvidar los sufrimientos es pensar menos en uno. Goza todo cuanto vives y será una fiesta el mundo (repite). El tipo que cree que el mundo está alrededor de él solo para servirlo y que se siente el dueño de la noticia y el dueño del éxito está fracasado, condenado a una soledad. No a una soledad creativa, una soledad nutritiva, la soledad de la celda, a este gran tesoro. Pero si ves todo lo que pasa a tu alrededor, si te sucede todo y todo te es afín y todo te es interesante, tu vida va a ser fantástica».