La Cumbre de Egipto estuvo tan cerca de acabar en un rotundo y escandaloso fracaso que el acuerdo de mínimos alcanzado esta madrugada puede llevar a la falsa idea de que el mundo ha dado un paso adelante para atajar las causas del cambio climático, cuando lo cierto es todo lo contrario. La cumbre más tensa y enrarecida de los últimos veinte años se ha cerrado con un acuerdo de última hora que admite, por fin, la creación y puesta en marcha del tan esperado fondo de compensación por pérdidas y daños para ayudar a «los países en desarrollo que son particularmente vulnerables a los efectos adversos del cambio climático». El acuerdo, bautizado como plan de implementación de Sharm El-Sheij, mejorará la capacidad de adaptación de las personas que viven en las comunidades que se están viendo más afectadas por la crisis climática con el horizonte en el 2030.
El documento, consensuado por las delegaciones de los casi doscientos países participantes, atiende así la demanda de financiación para la adaptación, pérdidas y daños, que ya aparece recogida y valorada en el Acuerdo de París y que fue refrendada en la anterior Cumbre de Glasgow (COP26). Pero no establece cantidades concretas ni plazos de pago, tan poco especifica quién deberá asumir los costes (alude a «fuentes de financiación innovadoras») ni a quien beneficiarán. Todo eso queda relegado para su discusión durante «el próximo período».