En el siglo XIX, todo artista que se preciase aspiraba a ver colgadas sus creaciones en el gran Salón Oficial de París. Esta exposición reunía cada año los nombres más destacados dentro del mundo artístico y muy especialmente de la pintura, cuyo estilo y dominio de la técnica se encontraban amparados por la Academia de Bellas Artes Parisina y el gobierno francés. Conseguir que tus obras tuvieran un hueco en este evento suponía ser uno de los nombres del momento, pero estar entre los elegidos no era una tarea fácil.
En 1863, el número de obras rechazadas por el jurado alcanzó cifras de récord, lo que propició que los artistas se quejaran formalmente al gobierno. Fue el propio Napoléon III quién tomaría la decisión de abrir una sala anexa, para acoger en su interior las obras que se habían quedado a las puertas y a la que bautizaron como Le Salon des Resfusés (el Salón de los Rechazados). Y si bien recibió la visita de bastantes personas, la mayor parte lo hizo para mofarse de ese grupo de artistas cuyo arte no era digno de exponerse en las salas principales.
MANET, PISSARRO, COURBET… LOS PINTORES DENIGRADOS EN FRANCIA
Entre las obras relegadas a esta sala anexa se encontraban auténticas joyas pictóricas como por ejemplo Almuerzo sobre la hierba de Édouard Manet. Presentada como Le Bain, la pintura acaparó las miradas tanto por su tratamiento brumoso del dibujo, precursor del impresionismo.
James McNeill Whistler fue otro de los pintores con el dudoso honor de exponer en este recién estrenado espacio. Lo hizo por su Dama de blanco, una pintura a la que la crítica quiso dotar de connotaciones religiosas. El lirio que sujeta la joven también se leyó como una representación de la pérdida de la inocencia. El artista, sin embargo, solo perseguía la exaltación técnica, “el arte por el arte”, y así lo quiso aclarar cambiándole el nombre a Sinfonía en blanco nº 1. Pero ya era demasiado tarde.
Así, los artistas relacionados con el impresionismo y el realismo ocuparon un lugar especial en esta sala. Camille Pissarro, por ejemplo, vio como varios de sus paisajes eran relegados a este espacio. De la misma manera, Henri Fantin-Latou expuso su obra ‘La féerie’ en los muros de la contraexposición.