Mario Vargas Llosa ha ingresado este jueves en la Academia Francesa, la máxima institución lingüística de ese país. Lo ha hecho en una sesión solemne bajo la majestuosa cúpula del Instituto de Francia, el complejo que alberga esta y otras cuatro academias, con introducción de tambores y ataviado, como el resto de académicos, con el tradicional uniforme de gala de la academia con casaca oscura y hojas de olivo bordadas.
En su discurso, pronunciado con moderada soltura en francés a pesar de algunas trabas, el escritor hispanoperuano de 86 años ha destacado «la soberanía» que la cultura francesa tenía en Latinoamérica cuando él era niño, ya que «los artistas y los intelectuales la tenían por la más original y consistente». En aquella época, viajar a París era «la consecución de un sueño», porque «desde un punto de vista artístico, literario y sensual, fue la capital del mundo. Y ninguna otra ciudad podría haberle disputado su corona».
El ganador del Premio Nobel de Literatura de 2010 ha agradecido a Francia que, paradójicamente, fuera el país que le hizo sentirse «un escritor peruano y latinoamericano». «Gracias a Francia descubrí la otra cara de América Latina, los problemas comunes a todos sus países, la horrible herencia de los golpes militares y del subdesarrollo, la guerrilla y los sueños compartidos de liberación».