La Princesa de Asturias recibe el Collar de la Orden de Carlos III: «Observaré un comportamiento que merezca el reconocimiento de los ciudadanos».
En el día en el que juraba la Constitución y se ponía «al servicio» de los españoles «con todo respeto y lealtad», Doña Leonor de Borbón y Ortiz pidió a los españoles que confíen en ella. Una solicitud que entronca directamente con el acto solemne del que venía, en el Congreso de los Diputados, en el que juraba fidelidad a la Constitución, de la que emana su legitimidad como Heredera de la Corona.
«Les pido que confíen en mí, como yo tengo puesta toda mi confianza en nuestro futuro, en el futuro de España». Con estas palabras terminó su discurso desde el Palacio Real, repitiendo la ceremonia que hace 37 años protagonizó Felipe VI, y tras recibir el Collar de la Orden de Carlos III, concedido por el Consejo de Ministros.
Pero otro pasaje de su corta intervención de agradecimiento también destacó por su significado y encima de las demás, más protocolarias y regias: «Observaré un comportamiento que merezca el reconocimiento de los ciudadanos«.
Ése es el empeño principal de su padre desde que asumió la Jefatura del Estado, tras la abdicación de Juan Carlos I, el abuelo hoy ausente en el Congreso y para quien se guardó una presencia discreta en la celebración posterior, ya de carácter privado, prevista en El Pardo.
La fiesta del 18 cumpleaños de una Princesa de Asturias no es como las de los demás jóvenes de su generación. Precisamente, porque ella misma ya sabe a qué se dedicará el resto de su vida, representada en los actos protocolarios y solemnes con los que ocupa la mañana de la celebración.
No hay velas, sino discurso; no hay regalos, sino compromisos; no hay «cumpleaños feliz», sino Himno Nacional.
A la orden
«Majestades, autoridades. Al cumplir hoy 18 años, y alcanzar la mayoría de edad, he prestado el juramento previsto en nuestra Constitución. He jurado desempeñar fielmente mis funciones, guardar y hacer guardar la Constitución y las leyes, respetar los derechos de los ciudadanos y de las Comunidades Autónomas, así como fidelidad al Rey», seguía la intervención de Doña Leonor.
Este párrafo resumen de su juramento introducía, precisamente, la explicación de que, lejos del significado que los parlamentarios ausentes le daban al evento, este 31 de octubre ni la Corona ni la Princesa eran homenajeadas, sino que era ella, la ciudadana Leonor de Borbón, la que se ponía a la orden del pueblo soberano.
«Me he comprometido solemne, formal y públicamente con nuestros principios democráticos y con nuestros valores constitucionales, que asumo plenamente. Y he contraído una gran responsabilidad con España ante las Cortes Generales, que espero corresponder con la mayor dignidad y con el mejor ejemplo», explicaba.