De existir el partido abstencionista, este habría vuelto a ganar el 4 de junio. El candidato de la alianza PRI-PAN-PRD, Manolo Jiménez, logró una votación copiosa (741 mil). Los abstencionistas alcanzaron el millón. La participación ciudadana fue del 56.3%, casi cuatro puntos menor a la de 2017. Pocas veces he encontrado tanta gente enfadada, escéptica y dispuesta a ignorar el llamado de las urnas. Los aspirantes decepcionaron de nuevo a la mayoría. Las propuestas (por vacuas) no incentivan tanto el voto como los intereses. En esta ocasión hubo una motivación que, puesta en perspectiva, tampoco fue determinante: el desahogo contra el presidente Andrés Manuel López Obrador. En otros sectores prevaleció el criterio de apoyar al «menos peor».
El resultado de las elecciones de este domingo confirmó la tesis según la cual Coahuila sería para el PRI y Estado de México para Morena. Así lo apuntaron siempre las encuestas. En Edomex, donde el abstencionismo rondó el 50%, Delfina Gómez superó por ocho puntos a Alejandra del Moral, de la coalición PRI-PAN-PRD. Jiménez, en Coahuila, le sacó varios cuerpos a su más cercano rival, el morenista Armando Guadiana. El primero captó el 56.9% de los votos válidos, y el segundo, apenas el 21%. El PRI pudo haber ganado sin la ayuda del PAN (y mucho menos de esa rémora llamada PRD). Sin embargo, la alianza se concertó cuando Morena representaba un riesgo real. La prioridad consistía en acorazar a Jiménez en caso de una competencia cerrada como la del 17.
El voto por el exalcalde de Saltillo se divide en tres bloques: 616 mil del PRI, 89 del PAN y 35 mil del PRD. El mensaje ciudadano a Acción Nacional, por agachón, es rotundo. La votación por Ricardo Mejía (173 mil) casi duplica a la del PAN y es 2.3 mayor a la de Evaristo Lenin Pérez (PVEM-UDC). Con respecto a Guadiana (279 mil papeletas), Mejía estuvo a ocho punto de alcanzarlo, lo cual es meritorio, pues, además de la guerra sucia, debió lidiar con el presidente y la cúpula de Morena. El exsubsecretario de Seguridad Pública revivió las siglas del Partido del Trabajo. En Saltillo superó en votos al PAN y en Torreón por poco lo alcanza. La crisis panista no puede ser mayor. El PT debe al lagunero haber sido el tercer partido más votado, aunque muy lejos del PRI, lo cual tampoco es desdeñable.
¿Qué le alcanza al PAN para negociar con 89 mil votos? ¿Puestos claves en el gabinete? Primero están los compromisos con los poderes fácticos y los acuerdos con el gobernador Miguel Riquelme a quien se debe en gran medida el triunfo del PRI por no haberse conflictuado con agentes políticos, económicos o sociales. Para efectos de propaganda, el discurso de la seguridad cumplió su cometido, pues aumentó la votación del PRI. Empero, sin prudencia ni estabilidad política, la situación sería distinta. Ese es uno de los mayores méritos de Riquelme, acaso el principal, pero se le ha prestado poca atención. El lagunero aplicó la política de su paisano Eliseo Mendoza Berrueto, quien, en su toma de posesión, advirtió que no generaría conflictos ni compraría pleitos ajenos.
Triunfos abrumadores como el del 4 de junio despiertan o potencian la hybris, según cuánto se esté preparado para ejercer el poder. Seguramente Riquelme no ha leído el libro Liderazgo. Seis estudios sobre estrategia mundial, de Henry Kissinger, pues apenas se publicó en abril pasado. Por tanto, no pudo haber tomado notas del capítulo «La estrategia de la humildad», la cual le permitió a Konrad Adenauer, canciller de la República Federal de Alemania, levantar a su país de la postración y el descrédito causados por la derrota en la Segunda Guerra Mundial, impulsar la reunificación de las dos Alemanias y sentar las bases de un Estado líder. Si el plan vale para una potencia, con mayor razón para una entidad tan agraviada como la nuestra.