Los partidos de oposición, los poderes fácticos y la prensa bajo su órbita perdieron seis años en pulsear con AMLO y de apostar, todavía sin éxito, al fracaso de su Gobierno. El tiempo pudieron haberlo invertido en generar nuevos cuadros políticos, candidatos competitivos y un plan alternativo al de Morena, pero también al seguido por el PRI y el PAN en las últimas décadas. Después de perder el 2 de junio, presionaron a la presidenta electa Claudia Sheinbaum para distanciarse de Andrés Manuel López Obrador, quien entregará el cargo el 1 de octubre próximo. El propósito era obvio: romper el tándem para debilitar el movimiento liderado por Morena y recuperar influencia. La fórmula reprodujo el fracaso de los intentos repetidos a lo largo del sexenio para detener el cambio de régimen puesto en marcha por AMLO.
Sheinbaum trazó la ruta de su Gobierno en la ceremonia donde recibió la constancia de presidenta electa: «(…) la mayoría de los ciudadanos, no quieren que regresen los Gobiernos al servicio de unos cuantos, o la prepotencia, o el influyentismo; no quieren que regresen ni la corrupción, ni los privilegios. (…) El mandato es claro: continuar y avanzar la Cuarta Transformación de la vida pública, la que inició en 2018 el presidente Andrés Manuel López Obrador. (…) contrario a quienes piensan que la libertad solo está en el mercado, pienso que (…) no hay libertad plena cuando no hay bienestar y derechos. (…) es falsa la libertad del que debe cruzar kilómetros para migrar por pobreza; también es falsa la libertad del poder de compra con un salario de hambre; o la libertad de acabar con este planeta».
AMLO declaró sentirse satisfecho, con la conciencia del deber cumplido, tranquilo porque entregará la banda presidencial a «una mujer excepcional» y por la inauguración de una nueva etapa para el país. «No es solo el hecho de que haya triunfado una mujer (…) fundadora del movimiento de transformación, (…) esto va más allá de intereses, de grupos, de partidos. Claudia es una mujer preparada, sensible, honrada; es lo mejor que le pudo pasar a nuestro querido México», expresó el 15 de agosto en rueda de prensa. No hay ruptura. Habrá cambio de estafeta, de género y de estilo de gobernar, mas no de proyecto. Con un respaldo del 60% en las urnas, es impensable. El PAN y el PRI tampoco variaron el suyo.
Los grupos de interés hicieron un último movimiento para ganar poder: presionaron al Instituto Nacional Electoral (INE) y al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) para restarle diputados y senadores plurinominales a los partidos de la 4T y dárselos a los de la alianza Fuerza y Corazón por México Historia (PRI-PAN-PRD) con el argumento de la sobrerrepresentación. La intención era que el partido gobernante tuviera mayoría calificada en ambas cámaras. La Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) pidió respetar «tanto la letra como el espíritu de las leyes. Esto implica evitar una “injusta” sobrerrepresentación de algunas fuerzas políticas (Morena-PT-Verde). (…) la Constitución ha establecido un equilibrio (…). La democracia debe ser real y no solo formal. (…) Debemos evitar caer en legalismos que traicionen los motivos que dieron origen a dichas legislaciones, pues esto debilitaría nuestra democracia».
El Consejo Coordinador Empresarial (CEE), adverso también a la 4T, demandó al INE y al TEPJF preservar «los equilibrios democráticos, el respeto al voto popular y, por ende, la representación política del país. Ese es el espíritu que (…) debe prevalecer de cara a la asignación y a los topes de sobrerrepresentación». El presidente López Obrador denunció en la mañanera del 19 de agosto que la exigencia de la cúpula patronal equivalía «a violar la Constitución». El CCE representa «a los más afortunados de México», su actitud «es completamente inmoral (…), no ayuda a limpiar de corrupción al país (…) no dan la cara, pero son quienes tienen a su servicio a ministros (de la Corte) para que no paguen impuestos (…) para tener un poder judicial que esté al servicio de una minoría rapaz (…) y no al servicio de todo el pueblo». Al final, las autoridades electorales distribuyeron las diputaciones y senadurías plurinominales conforme a las boletas obtenidas por cada partido y no por coalición. La alianza «Sigamos haciendo historia» logró, pues, mayoría calificada en la Cámara Baja y los dos votos que le faltaban para tenerla también en el Senado, los recibió del extinto PRD.