La soberbia, le trajo una mala semana al presidente López Obrador. Luego de los resonantes triunfos políticos, que obtuvo a mediados del mes de septiembre, la realidad le volvió a mostrar que aún no es invencible. A pesar de ser tan poderoso y sus opositores tan mediocres, vulnerables y estar tan divididos, el tabasqueño deberá recordar que aún no ha caído el último out. Su popularidad es buena, pero su gobierno es malo.
Todavía no se apagaban los ecos, de la forma impresionante en la que derrotó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación y de la forma en que dobló a Alejandro Moreno, a su PRI y a sus diputados federales, para reconvertirlos en Primor. Recién había incorporado a la Guardia Nacional a la secretaría de la Defensa y fracturado a la Alianza por México. Que es el único mecanismo que volvería competitivo a un proyecto opositor al de Andrés Manuel. Entonces, de pronto, llegaron los reveses en serie,
Cuando en el senado, por solamente un par de votos las oposiciones PAN, PRD y Movimiento Ciudadano, junto a un puñado de senadores tricolores libres y congruentes con su papel, evitaron que el regalo de Alejandro Moreno al presidente se concretara. Así, quedó en suspenso, la ampliación del plazo para que el ejército siga en las calles.
Luego, vendrían las revelaciones periodísticas de la columnista, Peniley Ramírez, acerca del terrible modus operandi de los criminales. Y también, de los gobiernos de los tres niveles en el caso de los estudiantes asesinados en Ayotzinapa. Tanto con Enrique Peña Nieto como en el actual, se ocultaron y manipularon pruebas y expedientes. Además, se fabricaron culpables y se establecieron narrativas sospechosas, en busca de matizar los roles desempeñados por diversas corporaciones y funcionarios respecto a los asesinatos de la terrible tragedia. Que se va quedando impune.
En otro caso, el presidente, envalentonado, calculó mal y se equivocó. Le dio la palabra en la Mañanera, al periodista Jorge Ramos, quien con argumentos sólidos destruyó la narrativa del mandatario respecto al éxito de su estrategia de seguridad. En su cara, lo calificaron de tener el sexenio más sangriento de la historia reciente, y lo dejaron sin capacidad de articular respuestas válidas.
También, en estos días, los diarios publicaron que cinco millones de vacunas contra el Covid, caducaron por la irresponsabilidad del gobierno de AMLO y su desastre operativo. Tuvieron que destruirse. En el mismo tema la prestigiada revista científica, The Lancet, colocó a México como una catástrofe mundial en la atención durante la pandemia, lo que generó la muerte de cientos de miles de mexicanos. Quedando colocado entre los primeros lugares de fallecidos por estas causas.
De esta forma, aunque es el político más diestro del país, en activo, la realidad lo volvió a colocar en su justa dimensión. Las cosas se ponen interesantes. Veremos.