La científica climática y exalcaldesa de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, hizo historia al ser investida como la primera mujer y persona judía en ocupar la presidencia de México. En una ceremonia realizada el martes, Sheinbaum destacó la trascendencia de este hecho al afirmar que su llegada al poder representa el triunfo colectivo de las mujeres del país: «Llegamos todas», declaró con emoción ante miles de personas reunidas en la plaza central de la capital.
Sheinbaum ganó las elecciones presidenciales de junio con una ventaja significativa, logrando el mayor margen de victoria desde la transición democrática de México. Su mandato se perfila como una continuidad de las políticas de su predecesor y mentor, Andrés Manuel López Obrador, aunque enfrenta desafíos cruciales como el déficit fiscal, la crisis de seguridad y la creciente influencia de los cárteles de la droga.
Analistas señalan que, a pesar de su considerable poder, Sheinbaum deberá lidiar con facciones internas dentro de su partido, Morena, así como con la sombra de López Obrador, cuya influencia sigue vigente. Sin embargo, su liderazgo, descrito como más silencioso y tecnocrático, podría redefinir la política mexicana en un contexto dominado históricamente por figuras masculinas.
Además de continuar con los programas sociales y proyectos de infraestructura, Sheinbaum ha presentado propuestas propias, como el aumento en las pensiones para mujeres mayores de 60 años y la ampliación de becas educativas. Su enfoque en la energía renovable y la modernización de la salud pública también forman parte de su agenda.
En cuanto a la relación con Estados Unidos, Sheinbaum se enfrenta a un escenario incierto, especialmente ante la posibilidad de un segundo mandato de Donald Trump, cuyas políticas podrían tensar la cooperación bilateral en temas como migración y seguridad.
Su investidura marca un punto de inflexión para la igualdad de género en México, aunque su legado dependerá de su capacidad para enfrentar los numerosos retos que se avecinan.