Josefina Campos Espinoza, “Prieta”, nació el 19 de marzo de 1936 en la estación Villarreal, de Parras Coahuila (hoy la Peña) en una casa de durmientes; la recibió su abuela materna, partera, Tiburcia Mendoza Rangel. Sus padres fueron: Blas Campos Bermejo y María Longina Espinoza Rangel. El apodo de “Prieta”, dice que se debe a su piel morena, con él, se siente identificada. De niña fue muy feliz en su casa, tenía una huerta de árboles frutales: higos, nogales, chabacanos, duraznos, granados, peras, entre otros, había un manantial dentro de la casa y otro afuera, en ellos aprendió a nadar a los 5 años. En los ojos de agua atrapaban pescaditos de colores, su hermano Manuel los vendía a los del tren, se los pagaban a 50 centavos. A los 12 años ella fue a Torreón en el tren, dice que vio los pescaditos en la botica “Los pobres”, que los reconoció y se alegró. No fue a la escuela, pero su mamá le enseñó a leer y a escribir, también a sus hermanos, sobrinos, y a los demás niños.
Longina la mamá de Prieta, para poder ir a la escuela, en Viesca, contaba que su mamá Tiburcia Rangel, hizo un gran esfuerzo para tener recursos, pues tenía un hermano que se oponía a que estudiaran las mujeres, lavaba ropa a los de la tienda “La Victoria”, la dueña era muy exigente, le pedía que la ropa blanca fuera hervida en jabón de teja. Y para completar, hacía tortillas de nixtamal, en la madrugada, en un metate, para seis trabajadores del Ferrocarril que salían temprano a sus labores. Y Longina con esos estudios después fue institutriz.
Prieta, a sus 88 años, aún corta y cose en su máquina, enhebra sin usar lentes y lee perfectamente, es de “buena madera”. Escribe poemas y cartas en letra cursiva, ha participado en diferentes eventos en el estado de Coahuila, con poemas de la vida cotidiana. Hoy en su tercera edad, con la misión cultural, obtuvo su certificado de primaria, se siente muy orgullosa. Cuenta que cuando era niña iba una modista de nombre María a casa de su mamá que la enseñó a coser en una máquina Singer. Ella observaba los cortes que hacía con sus moldes, le gustaba que hiciera faldas circulares, porque le regalaba los pedazos que sobraban con los que confeccionaba faldas chiquitas para sus muñecas, soñaba con ser una gran costurera. Primero para hacer los vestidos los hilvanaba a mano a hilo sencillo, si quedaba bien, los maquinaba. A los 13 años se fueron a vivir a Viesca y empezó a hacer trajes sastre.
Dice que la máquina Singer (la cual aún conserva), está en su vida desde antes de nacer, pues la veía con gran asombro y la aprendió a usar a los 9 años, hacía faldas, blusas, pantalones, lo más fácil eran los polisones tanto plisados, circulares, con vuelo y sin vuelo. Creaba enaguas gratis para sus amigas de familias de escasos recursos, con los retazos que la modista le dejaba.
Su abuela materna Tiburcia, decide regresar a Viesca para que sus nietos, los hermanos de Prieta, ingresaran a laborar en la fábrica de sal. Rentaron una casa de adobe y piso de tierra, en ese tiempo aprende a cocinar, a poner el nixtamal, a llevarlo al molino y a hacer las tortillas a mano y cocerlas en un tenamaste y luego les llevaba el almuerzo a sus hermanos, después se pasaba a la estación de Ferrocarril, y también se lo dejaba a su tío, él le daba leña, que usaba para cocinar.
Cuando llegó a Viesca, la gente la buscaba para que les hiciera costuras, pues a su corta edad confeccionaba prendas, su mamá le trajo la máquina Singer en el tren. Al paso de los días unas amigas la invitaron a conocer los manantiales, al ver esa belleza, se tira un clavado, ellas se asustaron, pensaban que se ahogaría, pero al salir a la otra orilla, se quedaron asombradas. Al paso de los años, el agua se agotó hasta quedar como un desierto. Sus pasatiempos eran los bailes en la plaza principal, con la orquesta de “Pancho Ramírez” o la de Ferino (invidente). En los bailes conoció a su esposo, Miguel de la Rosa Mejía (f), con quien se casó en 1956. Procrearon tres hijos: María de la Luz (f), Armando y María Guadalupe. Sus hijos, estudiaron uno para maestro, otra secretaria y la menor trabajadora social. En el 2022, fue coronada reina del adulto mayor. Comenta que su comida favorita son los frijoles, sopa de fideo y arroz, café y algún guiso, pero lo que más le gusta, es coser en su máquina Singer. Por eso es una gran costurera.