Este enclave de la geografía española se formó gracias a una red de canales. Se sitúa a unos 100 metros del océano y está rodeada por vegetación.
Hay gustos para todos. En España, las playas ofrecen kilómetros de arena y mar, rincones escondidos entre pinares y balnearios con chiringuitos o bares plagados de veraneantes. Cada uno puede elegir lo que más le apetezca y cada uno encontrará su rincón perfecto para hacer lo que se va a hacer ahora a cualquier sitio: sacarse una foto y publicarla en redes.
Quizás los enclaves remotos procuran más opciones de ‘like’. Los más ocultos, en los que no haya que mutilar la imagen hasta convertirla en un sello con tal de que no aparezca nadie más que los protagonistas. Y de eso también hay en la geografía nacional. En el norte, con su verde vegetal y sus aguas bravas. En el sur, con sus orillas kilométricas y el aroma del trópico.
Todas dan para una visita. O animan al baño, a la diversión. Pero hay una en concreto que no tiene igual. Que se alza por encima de las demás gracias a un récord: se trata de la playa más pequeña del mundo. Y no solo presume de ese dato, sino que encima es un tesoro: la rodea un paisaje rocoso y tupido, presume de tranquilidad y el ambiente es envolvente, hasta el punto de creer que se está en otra dimensión.
Por tanto, no solo es esa categoría de ser «la más pequeña del mundo», sino que esta playa es una joya. Y está en España, dispuesta para recorrerla sin desfallecer: en realidad, se camina de punta a punta en un minuto. Su nombre es Gulpiyuri y está ubicada en la costa de Asturias, al norte del país. El significado de la palabra, según apuntan algunos medios sobre su origen astur, es el de «círculo de agua». Y lo que la hace única no es solo su tamaño, sino que no está conectada directamente con el océano.
Gulpiyuri está en la costa, próxima a la localidad de Llanes, pero a unos 100 metros al interior. Su formación, de hecho, se debe a la erosión del mar Cantábrico. La creación de cuevas y canales dio lugar a este oasis que en las fotos aéreas destaca en medio de un terreno macizo. Esta serie de caminos subterráneos permitió que el agua se filtrara y esto llegara a ser una especie de piscina aislada. En realidad, se trata de una dolina, una depresión dentro de las formaciones kársticas.
Aquí, en Gulpiyuri, las olas casi no llegan porque rompen en el océano. Y su orilla, de unos 50 metros de longitud, es más como una piscina. , que no solo quieren remojarse en sus aguas, sino empaparse de este paisaje con remembranzas a las tierras celtas.