El legado de Juan O’Gorman es fundamental en la historia de la arquitectura en México.
Juan O’Gorman es una de las figuras más importantes de la vida cultural de México en el siglo XX; su ingenio abarcó la pintura, el muralismo y por su puesto la arquitectura. Su legado conserva vigencia en el espacio público y la identidad cultural de México, un ejemplo de ello es el mural “Representación histórica de la cultura”, que engalana los muros externos de la Biblioteca Central de la Universidad Nacional Autónoma de México —espacio que en conjunto con Ciudad Universitaria fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 2007— y que representa una muestra del porqué O’Gorman es considerado uno de los artistas más relevantes e influyentes de nuestro país.
Podríamos enumerar una gran cantidad de obras plásticas y arquitectónicas existentes que son constancia del talento, posturas y mirada revolucionaria de este pintor, arquitecto y pensador. No obstante, existe una obra de O’Gorman que demuestra que su legado resulta fundamental en la historia de la arquitectura en nuestro país; sin embargo, dicha obra no existe más que en la memoria de los registros fotográficos, planos y múltiples estudios que se han generado a raíz de la inquietud que dicho conjunto arquitectónico despierta por sintetizar parte del pensamiento y posturas teóricas de este gran arquitecto. Se trata de la llamada Casa-cueva, la última estructura arquitectónica realizada por Juan O’Gorman y denominada por el propio artista como “la obra arquitectónica más importante de su vida”.
La también conocida como Casa O’Gorman, Casa del Pedregal o Casa-gruta comenzó a erigirse en 1948 bajo los postulados del organicismo, una forma de arquitectura que busca la armonía entre la construcción, su funcionalidad y la integración de dicha estructura en el entorno natural. Juan O’Gorman emprendió este proyecto influenciado por las posturas teóricas del arquitecto estadounidense Frank Lloyd Wright; asimismo los trabajos de Antonio Gaudí y de Ferdinand Cheval nutrieron las peculiares formas de la casa.
Para su construcción, O’Gorman eligió un terreno en el Pedregal de San Ángel, al sur de la Ciudad de México, y utilizó una gran variedad de materiales, como piedra volcánica y tabique rojo, sin embargo, lo que dio el toque característico a esta edificación fue la incorporación de una cueva formada a raíz de la erupción del volcán Xitle.
En 1969, por cuestiones económicas, Juan O’Gorman decidió poner en venta su emblemático hogar y éste fue adquirido por la artista plástica Helen Escobedo. O’Gorman aseguró que los compradores de la casa se habían comprometido a no demolerla, sin embargo, en palabras del propio arquitecto, la casa fue destruida y con ello se eliminó la obra arquitectónica.