David Sinclair, investigador de la Universidad de Harvard, en su libro “Alarga tu Esperanza de Vida”, plantea que los seres humanos poseemos en nuestras células una capacidad antienvejecimiento en estado latente, aunque inactiva. La sobrealimentación provoca que dicha célula no trabaje, ya que los genes de la longevidad entran en estado de alerta sólo frente a situaciones de estrés. Sinclair, sostiene que los genes que ralentizan el envejecimiento de nuestras células necesitan ser provocados para entrar en acción con condiciones adversas. Para ello, debemos de hacer acciones en nuestra vida diaria, como por ejemplo, comer menos y hacer ejercicio. Esto me hace recordar lo que nos decía mi abuela materna: “Hijos, no coman tanto, porque la energía que les da la comida se va para la digestión; mejor coman poco para que les den ganas de trabajar”. Estas dos recomendaciones tienen un hilo conductor: comer menos.
Los efectos del estrés los podemos evidenciar también en los organismos que viven en el desierto. Las plantas de las zonas áridas sólo generan sus sustancias activas bajo condiciones de estrés. Un grupo de investigadores, buscando domesticar la planta de candelilla, la cultivó en pequeñas parcelas (con riego, abono y protección de la luz), logró que se desarrollara muy bien, se puso verde y creció. Sin embargo, no produjo la cera que es la que tiene una gran utilidad y le da el valor comercial.
La cera la produce esta planta gracias al estrés al que está sometida en el semidesierto, y a la vez, le sirve para sobrevivir. La falta de agua, las altas temperaturas, los vientos y la exposición a la radiación solar, son algunos de sus detonantes para producirla. Cuando de casualidad llueve en esas zonas áridas, la candelilla crece un poco más y produce flores, y luego, como dicen los campesinos, “asemilla”, después se esparcen sus semillas en el campo árido. La candelilla aguarda con paciencia las condiciones de lluvia para reproducirse. Sin duda, son actos de sobrevivencia de las plantas xerófitas.
También hay un sinnúmero de esfuerzos por domesticar la planta de sotol, para uso industrial. Esto es, que tenga un desarrollo rápido para que sea rentable. Pero un crecimiento acelerado trae consigo que la piña de la planta no contenga los azucares suficientes para producir la bebida alcohólica requerida. Y también pierde su calidad de grado orgánico. El sotol crece de forma silvestre en nuestro semidesierto chihuahuense, principalmente en los estados de Chihuahua, Durango y Coahuila. Es capaz de producir sus componentes activos debido a las condiciones de estrés a las que la somete la naturaleza del desierto. De esta manera, hace que las plantas saquen lo mejor de ellas. Sin esas condiciones desafiantes, no producirían sus componentes activos tan apreciados por los seres humanos.
Las plantas de hojasen, salvia real, gobernadora y salvilla, entre otras, así como por ejemplo, los peyotes y los chautes producen sus componentes activos exclusivamente en condiciones de estrés. Esas maravillosas expresiones se pueden producir en nuestra propia especie y no dejar de sorprendernos, según Sinclair.
Las agaváceas, por ejemplo, las lechuguillas, los magueyes, las noas, tienen una característica: cuando florece, la planta muere y alrededor de ellas nacen los hijuelos. Otras plantas que se reproducen por varetas son los ocotillos o albardas, los cardenches y los mimbres, entre otros. Esas maravillosas formas de vida de las plantas del desierto han estado frente a nuestros ojos, maravillándonos, pero nos falta mucho que aprender de ellas.
Sin duda el desierto es mágico y generoso, con el solo rocío en las madrugadas pueden sobrevivir los ocotillos, magueyes, cactus, oréganos y candelillas y demás especies xerófitas. Lo más sorprendente es que con tan pocos recursos, se manifiestan formas extraordinarias de vida. Hoy, ante la incertidumbre y vorágine de nuestro universo, el desierto nos invita a aprender de sus formas de sobrevivencia. Estos seres sintientes son maestros de grandes maestros e investigadores como David Sinclair. Ellos experimentan la resiliencia y alargan la esperanza de vida, nos alegran con su belleza, sus colores y comparten sus bondades. Estos seres maravillosos no se pueden domesticar, nacen entre las piedras y se aferran a su tierra. Quizá aprendamos a recibir poco alimento y a florecer.