El temor a las elecciones revocatorias del 10 de abril no está del lado del presidente Andrés Manuel López Obrador ni de Morena, pues con toda seguridad el referéndum les favorecerá, sino de los aspirantes a la presidencia por otros partidos. Si el PRI, el PAN y el PRD se unen para los comicios de 2024 y ganan, lo cual, dadas las circunstancias actuales, es poco probable, la izquierda y otras fuerzas promoverían una consulta a la mitad del próximo sexenio para revocar el mandato del hipotético sucesor de AMLO. Nuevo en un país de tradición autoritaria como el nuestro, resulta lógico que este mecanismo de democracia participativa sea objeto de debate e incluso confunda y se malinterprete.
Sin embargo, es positivo, pues permite defenestrar a gobernantes manifiestamente corruptos e incompetentes, trátese del presidente de la república, de mandatarios locales o de alcaldes. Pero también sirve para confirmar a quienes, sometidos a consulta por otras razones, han tenido un buen desempeño. Demasiados quebrantos se habría ahorrado el país, los estados y los municipios, si esta figura hubiese existido en otro tiempo. También es explicable que entre los opositores a la revocación haya quienes ejercen el poder o son sus beneficiarios. Lo paradójico es que una parte de la «comentocracia» y de los sectores anti-AMLO promuevan el absten- cionismo. ¿Entonces?
Los detractores de la Cuarta Transformación saben que, a pesar de los dislates de AMLO y de los múltiples fracasos de su Gobierno, así como de las embestidas de los medios de comunicación y de los poderes fácticos, la popularidad del presidente, su cercanía con la población, el recuerdo todavía fresco de las administraciones de Peña Nieto, Felipe Calderón y Vicente Fox y la atonía de las oposiciones, hacen predecible el resultado. Uno de los argumentos para disuadir la concurrencia a las urnas es infantil y contradictorio: «¿Qué tal si el sustituto de López Obrador resulta peor aún?». Y, como para asustar, sueltan el nombre del diputado Gerardo Fernández Noroña.
Empero, en este Gobierno y en la izquierda existen figuras respetables: Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, José Ramón de la Fuente, Lázaro Cárdenas Batel, Tatiana Clouthier, Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum y Ricardo Monreal, entre otros. La participación ciudadana en el referéndum del 10 de abril, como cualquier otra elección constitucional, debe ser alentada; y el voto, ejercerse con entera libertad. Quienes piensen que el Gobierno es un fiasco y AMLO un mal presidente, que le revoquen el mandato por pérdida de la confianza; y quienes están de acuerdo con sus políticas, que lo confirmen en la presidencia.
En una práctica similar, realizada el 14 de sep- tiembre pasado en California, el gobernador Gavin Newson, del Partido Demócrata, obtuvo el 65% de los votos (las elecciones de 2018 las ganó con el 62%) para continuar en el cargo, lo cual le permite aspirar a un nuevo periodo en 2023. Rodeado de voces contrarias a la suya en el diario donde escribe (Reforma), el escritor Jorge Volpi, premio Alfaguara 2018 por Una novela criminal, en la cual exhibe a la policía y al sistema de justicia mexicanos, opina sobre la consulta: «Sí, hay que votar. Como se ha comprobado en numerosos lugares, la peor idea política es desdeñar un ejercicio democrático, y más uno como este, garantizado en la Constitución. En México costó años de luchas alcanzar elecciones confiables: es una pésima idea, sin ningún respeto a esa penosa historia, llamar a no votar».