Superado el proceso de la elección de las coordinadoras de ambas alianzas, ahora Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez tienen la enorme tarea política de supervisar que los procesos de selección ya en curso para las candidaturas a gobernadores de sus coaliciones en los estados sean exitosos
En la elección del 2024 se elegirán nueve gobernaturas (Ciudad de México, Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán) de gran importancia y valor político. Estas entidades, con 39 millones de electores, representan el 41 por ciento del padrón electoral. En el 2018 le dieron a López Obrador casi 13 de los 30 millones de votos que obtuvo. Es decir, el 42 por ciento.
Pero no es sólo el peso específico de la demografía del voto: ambas coaliciones electorales requieren que sus candidatas tengan el apoyo de buenas campañas estatales, que sean un activo, no un pasivo, de la contienda presidencial en esas nueve entidades. Por el contrario, malas candidaturas locales les quitarán tracción a las campañas federales, no sólo por la presidencia, sino por el Congreso.
Con un ejemplo basta: en Puebla un mal candidato por parte del Frente Amplio por México dañaría a Xóchitl Gálvez por dos razones fundamentales. En primer lugar, una candidatura mediocre inhibe la participación activa de las estructuras de los partidos que conforman la alianza, y divide a sus dirigentes. En segundo, los electores “independientes” que estarían inclinados a votar contra Morena, tendrán un menor incentivo para salir a las urnas dadas las pocas probabilidades de victoria. Ambas cosas ocurrieron en la elección del Estado de México este año y aniquilaron a Alejandra del Moral.
Claudia Sheinbaum, por su parte, tampoco puede darse el lujo de tener malos candidatos a las gubernaturas. Si bien el Frente Amplio por México tiene un mayor reto que Morena y sus aliados para mantener la unidad, el partido del presidente no debe olvidar que un proceso interno conducido con torpeza puede derrumbar las posibilidades de ganar la elección en esa entidad.
En ese sentido, los procesos de selección en curso son vitales para ambas coaliciones. Morena ha dicho que hará encuestas en todos los estados, salvo en Chiapas. El Frente se ha repartido la responsabilidad del proceso de selección entre los partidos: el PAN está a cargo de Ciudad de México, Guanajuato, Puebla y Yucatán; el PRI de Veracruz y Morelos, y el PRD de Chiapas y Tabasco. Parecería que Morena tiene la ventaja de tener un mando más uniforme en esta mecánica, algo que debería beneficiar a Claudia Sheinbaum, ahora que ha recibido el bastón de mando. En cambio, Xóchitl Gálvez tendrá que interactuar con las dirigencias nacional y estatal de los tres partidos en las nueve entidades, si es que la dejan. Los partidos deben considerar el reto (y la oportunidad) que implica ser gobierno actual en dichas entidades. Morena y el PVEM gobiernan seis de las nueve, es decir, en esos estados la oposición buscará atacar los gobiernos locales por su desempeño estos seis años. Y lo propio hará Morena donde gobiernan los otros partidos: el PAN gobierna dos entidades y MC una sola: Jalisco, la cual, dicho sea de paso, se ha convertido en la manzana de la discordia entre Dante Delgado y Enrique Alfaro.
En pocas semanas comenzaremos a ver los desenlaces a nivel estatal y que tanto potencian o dañan a las flamantes coordinadoras.