El Día Internacional de la Mujer se instituyó en 1975, por Naciones Unidas (NU), 64 años después de conmemorarse en Europa por primera vez. Su génesis son las manifestaciones en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza para reclamar el derecho al voto, mejores condiciones laborales e igualdad entre sexos. El movimiento cobró fuerza tras la Revolución de Octubre, cuando la dirigente bolchevique Alexandra Kollontai (primera mujer en la historia en dirigir una secretaría de Estado; más tarde fue ministra plenipotenciaria en México) logró el sufragio femenino y que el 8 de marzo se reconociera como fiesta oficial en la Unión Soviética.
La efeméride cobró relevancia mundial con el Paro Internacional de Mujeres (PIM) de 2017, convocado por organizaciones feministas de más de medio centenar de países. El 8-M devino así en movimiento contra la violencia social, legal, política, moral y verbal. La huelga visibilizó la conducta machista en todas sus formas y manifestaciones: sexual, social, cultural, política y económica. En México el primer paro femenil se realizó el 9 de marzo de 2020 bajo la proclama: «Ni una sola mujer en oficinas ni escuelas. Ninguna mujer en restaurantes y en tiendas. Ni en el transporte público, en los automóviles ni en las calles. Un país sin mujeres por un día».
La iniciativa del colectivo de Veracruz «Las Brujas del Mar» tuvo una respuesta inusitada. «Promovida con la etiqueta #UNDÍASINNOSOTRAS, ha ganado una extraordinaria fuerza en este país de 120 millones de habitantes, con un amplia aceptación en los sectores público y privado, grupos cívicos, líderes religiosos y muchas mujeres, si no es que la mayoría», escribieron Paulina Villegas y Kirk Semple en el influyente The New York Times, conocido también como la Dama Gris. El mayor éxito del movimiento, cuya fuerza aumentó en 2018, consiste en mostrar al mundo el grado de indignación y la capacidad movilización de las mujeres. Destaca la participación de jóvenes de todos los estratos.
En vandalismo registrado en algunas marchas refleja la ira contenida durante décadas. Las mujeres han tomado las calles y puesto contra la pared a los partidos y las autoridades federales, estatales y municipales responsables de su seguridad. El presidente Andrés Manuel López Obrador ofreció garantizar el derecho de manifestación pública y pidió evitar actos de violencia. Su argumento para acorazar el Palacio Nacional es que los conservadores «son muy violentos, la derecha (es) siempre muy autoritaria y violenta. (…) Son capaces de infiltrar a vándalos. Lo que quisiera es destruir el Palacio… (tomarlo) para que haya nota».
En Saltillo, Torreón y otras ciudades del país, el movimiento 8-M exhibió el letargo de los partidos, replegó a las autoridades y refrendó la indolencia de un congreso local de mayoría femenina. Las diputadas dedican su tiempo a la politiquería y algunas utilizan la tribuna como pasarela. Su prioridad son las sinecuras, los privilegios y la simulación. En vez de unirse a las protestas y elaborar una agenda basada en las demandas feministas, prefieren aplaudir. Expertas en la táctica de avestruz, duermen tranquilas pues su partido les garantiza reelecciones fáciles. Las pintas en el Palacio Rosa y en algunos edificios del Centro Histórico son un mensaje. Las mujeres de Coahuila tienen agenda propia y ya han fijado su posición con respecto a las elecciones del 4 de junio.