En 1991, la estadounidense Charlotte Haley empezó a hacer a mano lazos contra el cáncer de mama de color melocotón en su comedor. Con el fin de llamar a la acción y promover la prevención, de forma totalmente individual, repartía estas pulseras a todo tipo de públicos; sus vecinas, en los supermercados locales, hasta contactaba con las primeras damas de EEUU. A cada paquete de cinco cintas adjuntó una postal que decía: «El presupuesto anual del Instituto Nacional del Cáncer es de 1.800 millones de dólares, y solo el 5% se destina a la prevención del cáncer. Ayúdanos a despertar a los legisladores y a Estados Unidos llevando este lazo». Su mensaje reivindicativo corría de boca en boca hasta captar la atención de Alexander Penny, la editora de ‘Self’, una revista de salud para las mujeres de entonces.
A esta directora de revista le llegó el mensaje y el lazo de Haley en 1992, mientras desarrollaba el número del Mes Nacional de Concienciación sobre el Cáncer de Mama de 1992 de la revista ‘Self’. Le llamó la atención la campaña de Haley a Penny, pero la creadora del lazo melocotón rechazó trabajar con la revista debido a que la iniciativa era demasiado comercial y por motivos legales no pudieron usar el lazo de color melocotón y optaron por el famoso lazo rosa.
Finalmente, la revista Self, en colaboración con Evelyn Lauder, la vicepresidenta general de Estée Lauder, desarrollaron una campaña para el número de octubre de la revista en la que repartieron un total de millón y medio de lazos rosas entre sus usuarias. Tras el éxito del proyecto, Lauder creó la Fundación de Investigación para el Cáncer de Mama, que ha recaudado más de 325 millones de dólares para la investigación.
Debido al gran calado de la campaña, actualmente el lazo rosa y el color son un símbolo a nivel mundial para la sensibilización y visibilidad del cáncer de mama y las empresas, cada octubre, lanzan productos, campañas de publicidad e iniciativas teñidas de color rosa por y para la prevención e investigación de la enfermedad.