Los mensajes que los servicios secretos israelíes mandan a móviles o la búsqueda de colaboradores y delatores se extienden por territorio palestino
Varios cientos de personas se congregan en la plaza central de Ramala, la capital administrativa de Cisjordania, para protestar, como casi cada día, por los ataques de Israel en Gaza. Tras celebrar la oración de la tarde sobre el asfalto, un hombre es alzado en hombros. Toma el micrófono y empieza a arengar a los presentes, que van respondiendo al unísono “¡Alá es grande!”. Ese hombre es Jamal al Taweel, de 60 años, un exalcalde miembro de Hamás con un nutrido currículum de años en las cárceles de Israel. Aunque pertenece al Movimiento de Resistencia Islámica, pide que las distintas facciones armadas de los movimientos palestinos, sean islamistas o seculares, se unan para dar la batalla juntos. Dos días después de lanzar sus soflamas, unos militares israelíes se llevaron a Al Taweel, que vuelve a estar entre rejas. También fueron arrestados por unos días su mujer, sus dos hijos y su hija. Los detenidos por Israel desde el 7 de octubre al 19 de noviembre solo en Cisjordania acusados de pertenecer a Hamás son 1.100, según datos israelíes.
Otros presentes en esa marcha de Ramala, celebrada el 31 de octubre, recibieron en sus móviles advertencias y amenazas de los servicios secretos de Israel. Este país desarrolla una guerra soterrada más allá de las operaciones militares y choques con palestinos que han dejado casi 200 muertos en Cisjordania y Jerusalén Este desde que comenzó la actual guerra, el pasado 7 de octubre, donde también son más de 2.700 los detenidos. Las prisiones israelíes han pasado de tener 5.300 internos palestinos a unos 8.000 en estas semanas. Aparte, hay un millar de habitantes de Gaza en paradero desconocido que tenían permiso de trabajo en Israel y a los que la guerra cogió fuera de la Franja.