Siete de los 23 estados gobernados por Morena los encabezan mujeres; y de los cinco en poder del PAN, dos tienen gobernadora. La lista nominal de Estado de México (12.8 millones) triplica por sí sola a las de Aguascalientes y Chihuahua juntas. El control territorial, clave para ganar cualquier elección, podría convertir a Claudia Sheinbaum en la sucesora de Andrés Manuel López Obrador (ambos fueron antes jefes de Gobierno de Ciudad de México). El papel femenino será determinante en los comicios del 2 de junio próximo, como ya lo es en la vida política del país. El género representa casi el 52% de los votos potenciales a escala nacional.
El salto cualitativo dado por las mujeres en los últimos años se debe a una serie de reformas constitucionales, en particular la denominada «paridad en todo», aprobada en 2019. Actualmente gobiernan nueve estados (el mayor número en la historia del país) y del 47.3% de las secretarías de Estado a su cargo, ocupan las más relevantes (Gobernación, Bienestar, Educación, Relaciones Exteriores, Seguridad y Economía). También son mayoría en el Senado (50.4%) y en el Congreso la relación es 50/50. La Suprema Corte de Justicia, el Banco de México, el Instituto Nacional Electoral, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación son presididos por mujeres, lo cual jamás había pasado.
«La plena y efectiva participación de las mujeres en la vida pública y en la toma de decisiones es necesaria para una resolución inclusiva, efectiva y sostenible de los desafíos de nuestro tiempo», declaró María Noel Vaeza, directora regional de ONU Mujeres, en el panel «Hacia la democracia paritaria en América Latina y el Caribe», celebrado en febrero de 2021. Tres años después, México será el primer país de América del Norte en tener de presidente a una mujer: Claudia Sheinbaum, de Morena, o Xóchitl Gálvez, de la coalición PAN-PRI-PRD, partidos que se han resistido más a la paridad de género, sobre todo en las gubernaturas.
Sheinbaum obtuvo la nominación sin dividir a Morena. La crisis que suponía la renuncia de Marcelo Ebrard, su principal rival, y su postulación por otro partido la conjuro el propio exsecretario de Relaciones Exteriores. Sheinbaum es la aspirante más fuerte y con mayor intención de voto, de acuerdo con la mayoría de las encuestas. La imposición de Gálvez por las cúpulas del PAN, PRI y PRD deslegitimó un proceso que, en teoría, sería abierto y democrático. De haberlo sido, quizá Beatriz Paredes, exgobernadora de Tlaxcala, sería hoy la candidata.
AMLO anticipó que la favorita de los poderes fácticos, representados por el empresario Claudio X. González, era la senadora hidalguense con licencia.
Gálvez descolló por afrontar al presidente López Obrador, pero su estrella dejó pronto de brillar. La «xochitlmanía» resultó tan fugaz como un suspiro. Los cuestionamientos sobre su postulación, por no haber respetado las reglas ni la promesa de incorporar a la sociedad civil (todavía ausente) a su proyecto, le restaron simpatías y la presentan como una candidata supeditada a las élites y a la vieja partidocracia. Tras dos meses de precampaña, la popularidad del líder de la 4T se mantiene intacta. En el lapso octubre-diciembre, Sheinbaum avanzó 6% en la intención de voto para llegar al 52%, y Gálvez subió al 30%. (El Financiero, 04.01.24). En enero, la distancia se acortó a 16 puntos.