El desprestigio del PRI en el país es enorme. Sus excesos en el poder incubaron la indignación que estalla en votos masivos en contra y construye victorias morenistas a lo largo y ancho del país. En Coahuila, el PRI, tan dividido y debilitado en lo nacional, deberá buscar construir una alianza amplia con el PAN y otros partidos para enfrentar al presidente y su Morena.
También tendrá que dejar de lado su soberbia. Las victorias del año pasado, por las diputaciones federales, fueron debidas en gran parte por el voto útil y razonado clasemediero, y no por la simpatía de sus candidatos. El pacto con el albiazul tendría que ser de un gobierno de coalición y entregar posiciones en el congreso local, para volver atractiva la alianza para los electores y entre los díscolos panistas. El tricolor y sus aspirantes no tendrán potencia suficiente para vencer a los guindas, si van solos.
El marco, en el que se desarrollará la lucha encarnizada por el poder en el 2023 y el 2024, será el de un país que está polarizado, envenenado por el rencor, el temor y el odio; México está dividido y ensangrentado. El presidente va con todo, a ver quién lo detiene. El PRI solo no podrá, está en lucha por su sobrevivencia. Finalmente, lo más malo es que los candidatos en ambos bandos no serán ni los mejores mexicanos ni los mejores coahuilenses; tal vez ni siquiera serán tan diferentes, el tema es interesante. ¿Será una elección de razones o de pasiones?