La Red Transfronteriza de asociaciones de ambos países tendrá más fácil la ayuda a embarazadas estadounidenses tras el dictamen de esta semana.
El sentido suele ser el contrario: de sur a norte, masas de personas viajan al norte buscando sosiego, futuro o derechos. Es el caso en la frontera de México con Estados Unidos, donde 200.000 personas se agolpan cada mes para entrar en la ‘tierra de oportunidades’. Sin embargo, de manera menos visual, hay quienes desde el norte tratan de conseguir sus derechos en el sur: es el caso de las mujeres estadounidenses que viven en estados donde el aborto es ilegal y viajan al país vecino para interrumpir su embarazo.
El retroceso de los últimos años en derechos abortivos en EEUU ha consolidado a México como un destino para embarazadas que desean abortar o fuente de píldoras abortivas, especialmente desde la anulación de la sentencia de 1973 Roe v Wade en junio del año pasado. Es destacable la afluencia de mujeres del estado de Texas, donde la interrupción de la gestación sólo es legal si esta pone en peligro inmediato la vida de la madre. Pero durante este tiempo, el aborto ni siquiera era legal en todo el territorio mexicano: hasta este miércoles, cuando la Suprema Corte lo despenalizó en todo el país, 20 de los 32 estados del país azteca condenaban la interrupción del embarazo.
Las redes de asesoramiento a norteamericanas y el suministro de pastillas a EEUU desde México preceden al dictamen de esta semana. Antes de la despenalización, la práctica ya existía, pues incluso los estados mexicanos que condenaban el aborto ofrecían algo que las embarazadas no podían conseguir en Texas: el misoprostol, un fármaco que produce contracciones en el útero, está disponible sin receta en la mayoría de las farmacias del país. La razón es que, comúnmente, el medicamento se utiliza para tratar úlceras. Su efectividad para abortar en etapas tempranas del embarazo es del 85%.