En su columna para The New York Times, Michelle Goldberg analiza cómo Elon Musk ha instrumentalizado un antiguo escándalo de explotación sexual en el Reino Unido para promover una agenda política personal y divisiva. El caso, que salió a la luz hace más de una década, involucró a redes de hombres, mayoritariamente paquistaníes, que explotaron sexualmente a miles de niñas blancas del norte de Inglaterra durante los años 1990 y 2000. Aunque el escándalo fue expuesto y resultó en investigaciones y condenas significativas, Musk lo ha resucitado como una causa reciente para atacar a figuras políticas británicas.
Goldberg destaca que Musk, a través de su plataforma X (antes Twitter), ha acusado sin fundamento a la parlamentaria Jess Phillips y al primer ministro Keir Starmer de encubrir estos crímenes. Phillips rechazó una petición para abrir una investigación nacional en Oldham, argumentando que el caso debía ser abordado localmente, como se hizo en otras ciudades. Musk calificó a Phillips de «apologista del genocidio de violación» y pidió su encarcelamiento, al igual que el de Starmer. Sin embargo, Goldberg subraya que Starmer, durante su tiempo como director de la fiscalía, tomó medidas para corregir errores del pasado, incluyendo reabrir casos y asegurar condenas.
La columnista también critica la hipocresía de Musk al respaldar a figuras como Tommy Robinson, un activista de extrema derecha cuya interferencia casi arruina un juicio contra traficantes de personas. Según Goldberg, Musk no busca justicia para las víctimas, sino avanzar su cruzada contra gobiernos liberales y promover divisiones políticas. Incluso ha sugerido, en tono burlón, que Estados Unidos debería «liberar» al Reino Unido de su «gobierno tiránico».
Goldberg concluye que las acciones de Musk, lejos de ser altruistas, demuestran su capacidad para utilizar tragedias reales como herramientas para el caos político, consolidando su posición como un trol con influencia global. Su retórica, basada en tergiversaciones y ataques infundados, no contribuye a resolver problemas reales, sino que amplifica divisiones sociales y políticas.