Desde hace tres años, la diseñadora de interiores Renata Prieto y el diseñador gráfico Santiago Fernández visitan talleres de artesanos de todo México en busca de las piezas más intrigantes y divertidas. Normalmente no es el primer artículo que encuentran, ni el más popular, sino aquel en el que el artesano ha decidido experimentar con nuevas formas o colores. Puede ser una miniatura de Minion hecha a mano, un monedero que podría confundirse con un aguacate o un salero con forma de pingüino con sombrero. Este último inspiró el nombre de las boutiques donde Prieto y Fernández curan y venden dichos objetos. En los tres coloridos espacios de Pingüino (dos en la Ciudad de México y uno en Mérida), las líneas entre la estética tradicional mexicana y las imágenes pop se desdibujan. ofreciendo un recordatorio para no tomar las cosas demasiado en serio, y tal vez generando preguntas: «Podríamos contarte la historia detrás de cada pieza», dice Férnandez. «Realmente los elegimos a todos».