Las dos primeras ministras, Sanna Marin y Magdalena Andersson, pidieron entrar en la OTAN. Temen que Rusia ataque como viene amenazando. Podrían ser admitidas en unos pocos días
Las atrocidades diarias de Rusia contra Ucrania han espoleado una profunda reflexión estratégica en las sociedades de Suecia y Finlandia, países miembros de la Unión Europea pero no de la OTAN. La guerra está provocando en ambos países un fuerte incremento del respaldo a la perspectiva de una integración en la Alianza Atlántica. La invasión rusa de Ucrania tenía entre sus objetivos declarados frenar la ampliación hacia el Este de la OTAN. Ahora parece probable que, entre sus muchos reveses, la acción militar del Kremlin acabará precisamente propiciando una ampliación, aunque en otro ámbito geográfico.
Los dos países nórdicos se hallan en distintas fases de un proceso de reconsideración que afecta a su posición como no alineados y, en buena medida, a los rasgos definitorios de su identidad nacional. Finlandia se halla en una etapa más adelantada, con una opinión pública decididamente a favor de la adhesión según los sondeos, un Parlamento ya activo en la materia y la declarada intención de tomar una decisión en cuestión de semanas. Suecia no ha ido tan rápida, sobre todo por las dudas en las filas del gobernante partido socialdemócrata sueco, tradicionalmente contrario a la integración en la OTAN.
La decisión corresponde a los dos países pero cabe apuntar algunas consideraciones. En primer lugar, la conducta reciente de Putin explica la búsqueda de protección de la Alianza. Como miembros de la UE, Suecia y Finlandia disfrutan de la cláusula de defensa mutua prevista por el artículo 42.7 del Tratado de la Unión Europea, que establece que “si un Estado miembro es objeto de una agresión armada en su territorio, los demás Estados miembros le deberán ayuda y asistencia con todos los medios a su alcance”. Pero es evidente que sus sociedades empiezan a considerar que la OTAN es un paraguas mucho más seguro y disuasorio.