A través de una serie de nuevos estándares automovilísticos e incentivos fiscales, la Administración Biden espera que las ventas de coches eléctricos suban del 5,8% actual al 66% en menos de una década
La agenda climática de Joe Biden, uno de los pilares retóricos y legislativos de su presidencia, está a punto de pisar el acelerador. La maquinaria del Gobierno federal ya está moviéndose con el objetivo de apretar las tuercas a la industria automovilística y alumbrar un nuevo paradigma. Unos Estados Unidos en los que, para el año 2032, dos de cada tres coches que se vendan sean eléctricos. Pero la misión de Biden, que sobre el papel es clara y limpia, está a punto de darse de bruces con todo tipo de obstáculos económicos, culturales e, incluso, geopolíticos.
A través de una serie de nuevos estándares automovilísticos, incentivos fiscales, inversiones en la fabricación de baterías y varias restricciones a las emisiones contaminantes, que provienen mayoritariamente de los vehículos de combustibles fósiles, la Administración Biden espera que las ventas de coches eléctricos en EEUU suban del 5,8% actual al 66% en menos de una década. En el caso de los camiones eléctricos, la idea es pasar del 2% a un 25% del total de las entregas.
Distintos análisis lo consideran un plazo agresivo, por varias razones: las grandes automovilísticas llevan años invirtiendo en el desarrollo de estos vehículos, pero queda por ver si pueden expandir rápidamente su fabricación y adquirir la materia prima necesaria para ello; el aumento de estos coches y camiones en circulación requiere toda una infraestructura de estaciones de carga, en las carreteras, las ciudades y las viviendas, y luego están las preferencias del consumidor. No todos los estadounidenses aceptan la visión de Biden respecto al cambio climático, y hay cierto orgullo en conducir un grande, poderoso y contaminante coche de gasolina.