Ante la elección judicial, México se encuentra entre dos fuegos.
Dos fuerzas igualmente intransigentes que se resisten a ceder para garantizar el éxito del proceso. Por un lado, la coalición gobernante, que se niega a modificar la constitución para permitir que la intrincada elección se extienda a lo largo de varios días y cuente con un presupuesto más robusto. Por otro, el Poder jJudicial que ha obstruido cualquier intento de ajustar la geografía judicial a la electoral.
Ante ello, el INE ha tenido que hacer lo que le sale mejor: ser el adulto en la casa.
Y ha tenido que tomar, como adulto, una serie de decisiones que podrán o no gustar, pero que son necesarias para que la elección sea mínimamente viable. Entre ellas, corregir las listas entregadas por el Senado, distritar algunos circuitos judiciales y asignarles candidatos al azar.
Viendo esto, los adolescentes yacen coléricos. Y ahora se atreven, incluso, a acusar al INE de morenista por el simple hecho de hacer su trabajo: organizar la elección de la mejor manera posible.
Tal parece que para ciertos sectores la única postura aceptable es que el INE se niegue a organizar la elección, o que la organice como un ejercicio destinado al fracaso. La simple idea de que el INE actúe con previsión, cerrando pozos antes de ahogado el niño, los irrita.
Los adolescentes se han creado sus propias mentiras. Sugieren que el INE está asignando cargos para apoyar a Morena, cuando lo único que ha hecho es distribuirlos con base en criterios poblacionales. Dicen que la elección es inviable porque algunos circuitos judiciales ocupan dos estados, cuando el INE cuenta con la sección electoral para ajustarlos.
Es verdad que, debido a las decisiones adultas que el INE ha tomado, los votantes no podremos elegir a la totalidad de nuestros jueces.
Sin embargo, esto no se debe a un vicio del INE, sino a una característica del Poder Judicial que, favoreciendo la comodidad por encima del acceso a la justicia, ha hecho incompatible la distribución de juzgadores con la población del país. Así, la Ciudad de México tiene 28 veces más juzgadores que Colima, aún si solo tiene 11 veces más población.
Sin duda, habría sido ideal una reforma que primero armonizara la geografía judicial con la electoral, pero eso no ocurrió. Hoy toca enfrentar la realidad. Y ante ella, la respuesta no puede ser el «no se puede». La respuesta debe ser la voluntad, la inteligencia y el valor para servir al país y para sacarlo lo mejor librado de este embrollo.
Y eso es justamente lo que está haciendo el INE. Está asumiendo la responsabilidad de resolver con madurez los problemas que los adolescentes han creado en vez de solo ser uno más de ellos.