A la mayoría de la gente le cuesta trabajo reconocer lo pacífica que es esta época comparada con la del milenio anterior a la conquista española. Cuando Colón descubrió América, los aztecas gobernaban, y conquistaban vorazmente nuevas tierras en busca de poder y riquezas, no de saber. A diferencia de los imperialistas europeos, como dice Yuval Noah Harari, que se dirigían hacia lejanas costas, con la esperanza de obtener nuevos conocimientos, junto con los nuevos territorios.
Aquí cabe preguntarse: ¿Por qué fue España la que nos conquistó? Porque era la que dominaba en el viejo mundo. A ella acudían los más resueltos de Europa en busca de apoyo (ahí están Colón y Magallanes), también imponían Papas en Roma y exportaban literatura. Eran los mejores. ¿Y los ingleses y franceses a que se dedicaban? A organizar empresas de piratería, con mucho éxito, por cierto. ¿Qué sería de nosotros si nos hubieran descubierto esos piratas?
Sobre estos temas trata Antonio Cordero en su libro “Hernán Cortés o Nuestra Voluntad de No Ser”, para confrontarnos con nuestra propia historia y principalmente con nosotros mismos. Desea que logremos “extirpar el veneno acumulado por dos siglos de propagandas inductivas” y que podamos “reconocer que fue más patria la que Cortés construyó después, que la del valiente Cuauhtémoc o la del temido Moctezuma”. Agrega que le gustaría que reconociéramos que somos “los hijos de una chingona”, de Malintzin, como dice su amiga Margarita Flores.
La infamia histórica considera traidora a Malintzin, achacándole que prefiere lo extranjero en detrimento de lo propio. Cordero se pregunta: ¿Traidora a qué? A una patria, ¿cuál?; a una raza, ¿cuál? En el territorio había distintas razas en conflicto subyugadas por una en aquel momento, que es la que se derrumbó. A Malintzin se le respetaba por muchas cosas, una porque sabía dos idiomas cuando llegaron los españoles. Y De Ballester dice que Malintzin fue entregada con varias doncellas a Hernán Cortés. Tenía 17 o 18 años, y traducía al náhuatl lo que escuchaba en maya de Gerónimo de Aguilar (recién rescatado por los suyos en Yucatán donde vivió años tras su naufragio). Luego Malintzin aprende el castellano, y cuenta con tres idiomas; por eso se convierte en la pieza más importante del ajedrez del conquistador, por ello, Pablo de Ballester dice que debemos rescatar la biografía de la mujer más importante de América.
Cordero sostiene en su texto, estar convencido de que Cortés es un libertador. Nos dice que Cortés nace y se cría en Extremadura; en Salamanca absorbe el joven sus primeros conocimientos legales. Ya en América, en Santo Domingo, se estrena como soldado y comerciante, descubre sus dotes de organizador y funge como escribano; en Cuba, se forma como político en la Alcaldía de Santiago, emprende negocios agrícolas, de ganado vacuno y caballar, explota la minería, se convierte en naviero, es mercader de altos vuelos. Así amasa una considerable fortuna que compromete en su totalidad en la aventura mexicana que patrocina como principal empresario y comanda de capitán. Y en Tabasco conoce a Malintzin, nuestra Malinche, su puente lingüístico e intuitivo asesor femenino en la estrategia general de la Conquista.
Hay que recordar que antes de la llegada de los españoles, México no existía como nación. Había terror y extorsión del Estado azteca. En ese sentido, sostiene Cordero, Cortés, más que un sometedor, fue un libertador por la mayoría. Y Juan Miralles, en su libro sobre Cortés, confirma “entre todos los capitanes y soldados de Cortés, que desempeñaron algún papel relevante, no figura uno solo que fuese analfabeto”. Cortés, reafirma Cordero, es el principal impulsor del mestizaje, pues engendra su primera hija con una indígena de Santo Domingo. Y exige, que sea reconocida y llevada al bautismo.
La Conquista española puede ser considerada, según Cordero, la guerra civil de liberación de los pueblos subyugados por el dominio azteca. Los aztecas eran beneficiarios del satus quo que ellos exigían, pero eran sólo el 0.6 por ciento, aproximadamente, de toda la población.
Somos los descendientes de Hernán Cortés y de los príncipes americanos. Tenemos la inteligencia de nuestras abuelas Malintzin e Isabel Moctezuma Tecuichpo, para asimilar las culturas nuevas y también su carácter para defender lo que consideramos que debemos preservar.