Primero, llenaron el mítico Zócalo. Enseguida, cientos de miles de ciudadanos exigieron al presidente que no destruya al INE. Simultáneamente, ellos demandaron a los ministros de la Corte de Justicia que apliquen la ley, con prontitud. Y, ya, detengan las acciones anticonstitucionales que establecieron los diputados morenistas. Aún sin líderes, los ciudadanos colmaron la plaza mayor de la ciudad de México, en defensa de la democracia.
Quedó claro, que muchos mexicanos perciben riesgos graves si avanzan los planes presidenciales, de destazar al Instituto Nacional Electoral. Aun así, sin líderes, a la altura de la indignación que ha surgido con fuerza insospechada, se realizaron una serie de movimientos de gran magnitud en decenas de ciudades del país.
El país se sacude. Hay demasiados temas que lastiman la vida de los ciudadanos, de todos los estratos sociales. Andrés Manuel López Obrador, y su gobierno, han resultado tóxicos en muchos sentidos. La inseguridad, la carestía, la crisis de salud y de medicinas, entre otras, agobian a las familias.
Los clasemedieros despertaron, están alertas y activos. El turno es para la Suprema Corte de Justicia de la Nación. El proyecto de AMLO es político y no social. Es un proyecto de poder que busca quedarse durante varios sexenios. El presidente sabe que puede perder en el 2024. Ya constató que perdió su magia y que la mitad del país lo rechaza, se le nota en el rostro. Es un momento crucial, o mete el freno, o embiste con más fuerza. Veremos