La violencia en México no llegó con Felipe Calderón ni se irá con Andrés Manuel López Obrador. Tampoco con quien le suceda en el cargo a partir del 1 de octubre de 2024. Las cabezas de la hidra son tantas y cada cual responde a causas tan profundas y diversas, que arrancarlas de cuajo, como Hércules lo hizo con la de Lerna, resulta imposible. La tesis según la cual Calderón le declaró la guerra al narco para legitimar su elección cuestionada tiene sustento, pues ha sido costumbre recurrir a golpes de efecto para desviar la atención de los escándalos. Salinas encarceló al líder petrolero Joaquín Hernández Galicia para enviar un mensaje de fuerza; y Peña Nieto, a la cacique magisterial Elba Esther Gordillo para apretarle las clavijas.
La estrategia de ambos fue la misma e igualmente devino fracaso, pues no atacó una de las raíces más perniciosas: la injusticia social, solo sus efectos. López Obrador prometió acabar con la violencia, consciente de que no cumpliría. La política de «abrazos, no balazos» se tomó de manera literal, cuando en realidad busca abandonar la táctica de exterminio aplicada en los Gobiernos previos, apoyada por la derecha. La Guardia Nacional es lo único novedoso de la 4T. En lo demás, las intervención de las fuerzas armadas en temas de seguridad no solo se amplió, también se extendió a otras funciones, ajenas a las que le asigna la Constitución.
Movidos por enconos personales y agendas políticas, algunos detractores de AMLO presentan un país en llamas, pero no lo está. La violencia preocupa, más no es generalizada. Al mes de abril pasado, los estados más peligrosos según el número de homicidios dolosos fueron: Guanajuato, Estado de México, Baja California, Michoacán y Nuevo León (Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública). La Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) del primer trimestre de 2023 arrojó los siguientes datos: en marzo el 62.1% de la población de 18 años de 75 ciudades de interés dijo sentirse inseguro. El Inegi registra «un cambio estadísticamente significativo», pues en diciembre y marzo de 2022 los porcentajes eran de 64.2 y 66.2% respectivamente.
Fresnillo, Zacatecas, Naucalpan de Juárez, Ciudad Obregón, Uruapan y Colima fueron las ciudades consideradas por la misma población como las más inseguras. En San Pedro Garza García, Benito Juárez, Piedras Negras, Los Cabos, Saltillo y Tampico la percepción de inseguridad es menor. En cuanto al desempeño («muy bueno o efectivo») de las autoridades para prevenir y combatir la delincuencia, la Marina ocupa el primer lugar (85.6%), seguido por el Ejército (82.5%), la Guardia Nacional (73.6%), las policías estatales (53.2%) y las policías preventivas (45.6%).
Con respecto a los niveles de confianza en los actores de la administración pública, medido en una escala de 0 (nada) y 10 (completamente), el presidente obtuvo en marzo el 50.9%, los gobernadores el 31.8% y los alcaldes el 29.2%. Junio fue el mes más violento de la primera mitad del año con 2 mil 303 homicidios dolosos (76.7 diarios). La mayoría se cometió en Guanajuato, Estado de México, Baja California, Jalisco, Michoacán, Chihuahua, Nuevo León, Sonora y Guerrero. Lavarse las manos por la violencia resulta ocioso. Las autoridades de los tres órdenes de Gobierno y la ciudadanía deben asumir sus responsabilidades en vez de culparse entre sí.