La encuesta de Reforma que sacudió a la oposición PAN-PRI-PRD y a su candidata Xóchitl Gálvez por afirmar la idea casi generalizada de una victoria inminente de su contrincante de Morena-PT-Verde, Claudia Sheinbaum, ofrece múltiples aristas de análisis. Si bien la intención de voto (58%/38%) marca una tendencia, la percepción de que Sheinbaum ganará los comicios del 2 de junio es abrumadora: 65% contra 15% de Gálvez. El hecho de que la mayoría espere ese resultado legitima de antemano la elección. Otro dato relevante, útil para dilucidar por qué la candidata del frente «Fuerza y Corazón por México» no levanta, es la pregunta: «¿Cuál cree que debe ser la principal estrategia de Xóchitl Gálvez durante la campaña?». El 79% respondió: «Presentar sus propias propuestas»; el 7%, «Cuestionar y criticar al presidente AMLO»; y el 5%, «Cuestionar y criticar a su rival, Claudia Sheinbaum».
El fracaso de Gálvez en su primer mes de campaña, medido en preferencias electorales, tiene una explicación: sus asesores y ella misma escogieron la estrategia equivocada. Las descalificaciones predominan y las ofertas brillan por su ausencia. No es que el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador carezca de puntos débiles; al contrario, abundan. El problema de la coalición opositora y de sus adláteres es que al dedicar más de cinco años a criticar —con razón o sin ella— al presidente, terminaron por acorazarlo y lo volvieron inmune a las embestidas de la «comentocracia» y de los medios de comunicación adversos.
Así lo confirma la encuesta de Reforma del 19 de marzo. La aprobación presidencial subió al 73% en marzo, 11 puntos por encima de la medición de diciembre y apenas cinco por debajo del nivel más alto (78%) registrado en el primer trimestre de 2019, recién iniciado su Gobierno. Es decir, ni las marchas, ni los múltiples yerros de la administración federal ni el bombardeo mediático por la violencia y la incompetencia gubernamental ni la presión extranjera a través de la prensa han mellado la imagen y la popularidad de López Obrador, de acuerdo con la investigación demoscópica.
En consonancia con el 58% de la predilección ciudadana por Sheinbaum, el 53% de la muestra prefiere darle continuidad a la 4T y el 38% cree más conveniente «cambiar de rumbo». Asimismo, la mayoría contradice la versión artificiosa y desesperada de la «elección de Estado». La pregunta de si «el presidente respetará el resultado de la elección independientemente de quién gane o no», recibió respuesta positiva del 69%. El 25% piensa que no. Y por si fuera poco, entre diciembre y marzo el apoyo a que el futuro presidente tenga mayoría en el Congreso aumentó del 48% al 55%.
Si el pronóstico de que Sheinbaum superará los 30 millones de votos obtenidos por López Obrador se cumple y Morena vuelve a ser la mayoría de la Cámara de Diputados, el panorama para la oposición será aún más desolador. La votación del PAN, PRI y PRD podría ser inferior incluso a la de 2018. Sheinbaum catapultará a los candidatos de la alianza Morena-PT-Verde para diputados, senadores y alcaldes. Pues en opinión positiva y atributos (confiabilidad, organización, eficacia, honestidad, liderazgo y autenticidad) supera con holgura a Xóchitl Gálvez, siempre con base en la encuesta de Reforma. Una tendencia tan marcada es muy difícil de cambiar. La oposición se equivocó de candidata y erró la estrategia. Candidatura improvisada —sobre todo si es presidencial— está condenada al fracaso. La de Ernesto Zedillo fue excepcional y su triunfo lo determinaron otras circunstancias como el asesinato de Luis Donaldo Colosio, atribuido a la «mafia del poder».