Extracto de El País, trabajo de JACOBO GARCÍA
El histórico partido que dominó la vida política de México durante casi ochenta años agoniza enfangado en las polémicas de su última generación de políticos
Hubo una época donde el PRI, el partido que gobernó México durante casi 80 años, acudía con el mismo desparpajo a la Internacional socialista y al Foro de Davos. A la Cumbre de los no alineados que al G-20 y que se sentaba en la misma mesa con Fidel Castro o Ronald Reagan sin ningún inconveniente. Un tiempo, hasta los años noventa, donde ganaba elecciones sin despeinarse, dominaba el Congreso, la Justicia, los Estados y la política internacional en América Latina. Un tiempo en el siglo XX donde una quinta parte de los mexicanos, actualmente de 120 millones de habitantes, era afiliado o militante del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Años de la Guerra Fría, donde el Peronismo de Argentina o el Apra en Perú eran aprendices de un movimiento político solo comparable en tamaño y duración al Partido Comunista de China o la Unión soviética. Muchas décadas donde Estado, partido y sociedad civil estaban tan unidos física y emocionalmente que los colores del PRI, verde, blanco y rojo, eran los mismos que los de la bandera nacional.
Todo aquello se fue desinflando por la ineficiencia, la llegada de la democracia y una larga lista de escándalos de corrupción como los que agitan nuevamente al partido. En la última semana, el expresidente, Enrique Peña Nieto, o el actual líder del partido, Alejandro (Alito) Moreno, tuvieron que dar explicaciones similares sobre enriquecimiento ilícito.
Tradicionalmente, la vieja cúpula del PRI había sido reconocida por la habilidad política para manejar con la misma soltura el latrocinio, el doble discurso y la ambigüedad ideológica. De los cuadros del PRI han salido todas las familias políticas del país, excepto el conservador PAN y el joven Movimiento Ciudadano, que emula a Ciudadanos, y desde sus filas han salido desde el presidente López Obrador, al canciller Marcelo Ebrard o el presidente del senado, Ricardo Monreal, entre otros. Su habilidad para manejar el entusiasmo nacionalista de la mano de los recursos públicos ha dado paso a una generación de tecnócratas que llegó al poder con menos de 40 años y que se hicieron ricos en un tiempo récord gracias a recalificaciones y sobornos de las constructoras. La perversa inteligencia del viejo PRI ha dado lugar a la vulgar ostentación en redes sociales.