Este útil material es responsable de casi una décima parte del calentamiento global, pero las soluciones para hacerlo más limpio son caras y difíciles de aplicar.
Esta década es «decisiva” para descarbonizar el acero
La fabricación de acero es tan problemática porque implica calentar el mineral de hierro con grandes cantidades de energía en altos hornos para extraer hierro puro. La reacción química resultante libera dióxido de carbono. Alrededor del 75 por ciento del acero se fabrica de este modo, en su mayoría con carbón, el combustible fósil más sucio, en hornos que funcionan entre 15 y 20 años antes de tener que ser retirados o reparados con un gran coste.
Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la demanda de acero crecerá un tercio de aquí a 2050. Las decisiones que se tomen hoy sobre cómo se produce ese acero son decisivas para cumplir los objetivos climáticos del Acuerdo de París, según los analistas.
«La década de 2020 es muy crítica en este sentido porque más del 70 por ciento de la cantidad mundial de altos hornos llegará al final de su vida útil y requerirá decisiones de reinversión”, afirma Wido Witecka, analista de acero del grupo de reflexión alemán sobre el clima Agora Energiewende.
Pero a diferencia de sectores como la energía y la agricultura, donde las tecnologías limpias, como los paneles solares y los sustitutos cárnicos derivados de plantas, son baratas y fáciles de ampliar, las alternativas más prometedoras de la industria pesada están en su mayoría en fase de desarrollo. Muchas de ellas conllevan retos logísticos que los responsables políticos se resisten a abordar.
Sustituir el carbón y el gas por hidrógeno producido con electricidad verde
Una de las soluciones consiste en prescindir de los altos hornos de carbón. En su lugar, los siderúrgicos pueden extraer el hierro del mineral haciendo reaccionar la roca con gas en unas instalaciones denominadas plantas de hierro de reducción directa. Estos gránulos de hierro pueden convertirse en acero en un horno de arco eléctrico, que puede funcionar con electricidad procedente de energías renovables. El uso de gas fósil en este primer paso es más limpio que el del carbón, aunque sigue contaminando la atmósfera y calentando el planeta.