Imagine la escena: Claudia Sheinbaum recibe de manos de Andrés Manuel López Obrador la banda presidencial. La silla del águila la ocupa por primera vez una mujer. El momento se acerca más a la realidad que a la ficción. La exjefa de Gobierno de Ciudad de México encabeza el pelotón de corredores desde que AMLO dio el banderazo de salida. Entregar el poder a una mujer también haría historia. Barack Obama y Felipe Calderón lo intentaron con Hillary Clinton y Margarita Zavala, pero no lo consiguieron. López Obrador daría de refilón un mentís a las oposiciones y a los grupos de poder, quienes lo acusan de misógino por «atacar» a su favorita Xóchitl Gálvez.
Hombre de símbolos, AMLO ha enviado señales de por dónde va la sucesión. Su gabinete cuenta con más mujeres que ningún otro. De las 10 gobernadoras del país, ocho son de Morena. La Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Banco de México, el Instituto Nacional Electoral y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos lo presiden mujeres; en el primer caso contra su voluntad, pues su preferida era otra. La reforma electoral de 2019 volvió obligatoria la paridad de género en las cámaras de Diputados y de Senadores, en los congresos locales, las gubernaturas, las presidencias municipales y los órganos constitucionales autónomos.
En noviembre de 2020, con motivo del 110 aniversario del inicio de la Revolución, el Banco de México puso en circulación los nuevos billetes de mil pesos, correspondientes a la familia G del cono momentario. Junto al prócer Francisco I. Madero, en el anverso aparecen las efigies de dos mujeres clave en el movimiento armado: Carmen Serdán (poblana) y Hermila Galindo (lagunera). El papel de más alta denominación (100 mil pesos) se dedicó al expresidente Plutarco Elías Calles, fundador del PRI. Circuló entre 1985 y 1991.
Apenas iniciado su Gobierno, AMLO pidió perdón a la periodista Lydia Cacho en nombre del Estado por la persecución desatada tras la publicación de su libro Los demonios del Edén donde denuncia una red de pederastia protegida desde el poder. La actitud del presidente no ha sido la misma con algunos colectivos femeninos y periodistas a quienes acusa de representar los intereses de sus adversarios. La misma etiqueta le ha puesto a la presidenta de la Suprema Corte de Justicia, Norma Piña, cuyo protagonismo distrae la atención de los vicios del Poder Judicial (nepotismo, venalidad y tráfico de influencias).
Claudia Sheinbaum es a toda luz la favorita de López Obrador. Así lo puso en claro el 30 de septiembre de 2021 en una gira por la Delegación Tláhuac de Ciudad de México para inaugurar una sucursal del Banco del Bienestar. «Es ella» (Claudia), dijo a quienes esperan señales. Acto continuo le levantó la mano. La escena circuló profusamente en los medios de comunicación y en las plataformas digitales. Las bardas y los espectaculares donde la exjefa de Gobierno promueve su candidatura reproducen el mensaje: «#EsClaudia».
La consolidación de la 4T, con sus éxitos y fracasos, patentes en ambos casos, depende del triunfo de Morena y sus aliados (PT y Verde) en 2024. Sheinbaum garantizaría la continuidad del proyecto transformador de López Obrador. En la sucesión de 1940 Lázaro Cárdenas sacrificó a su secretario de Comunicaciones y Obras Públicas, Francisco J. Múgica. Decantarse por el secretario de la Defensa, Manuel Ávila Camacho, no solo provocó una de las elecciones más cruentas, también sepultó las políticas sociales del general. AMLO parece dispuesto a escribir con Claudia otra historia… la suya.