Ricardo Mendoza Reséndez me invitó a presentar su libro “Entre Zopilotes”, lo hice al lado del maestro Armando Fuentes Aguirre, Carlos Arredondo y el autor. Comenté que la única novela sobre horror y muerte que había leído en mi vida era “A Sangre Fría” (1966), de Truman Capote, donde narra el feroz asesinato de cuatro miembros de una familia de Kansas. Ocurrido en 1959, ese violento crimen sacudió la vida del pueblo y después la divulgación del juicio cimbró a la sociedad norteamericana. “Entre Zopilotes” es un texto sobre un tema poco explorado en la literatura, aunque sabemos que la atención a las noticias escabrosas de la llamada “nota roja” siempre ha existido.
Este libro es producto de varios años recolectando información y escuchando historias inéditas en diferentes lugares del país, de mujeres y hombres de este género periodístico, catalogado en todos los sentidos como “el patito feo”, por peligroso, estresante, mal pagado y poco valorado. El oficio de reportero de nota roja siempre ha sido muy criticado, pongámoslo en palabras de uno de los entrevistados: “A nosotros muchas veces nos han dicho que somos insensibles. Alguien por ahí nos dijo que éramos aves de rapiña… no lo somos. Somos seres humanos”. “Entre Zopilotes”, es un ensayo testimonial de narrativas de horror y muerte, que no son nuevas, pero en los últimos tiempos han empeorado.
A través de los capítulos que totalizan el libro, Ricardo Mendoza, va entrelazando testimonios de reporteros de a pie, de aquellos que se ubican en la primera línea de batalla, los menos valorados, los que con entereza conocen de las tragedias cotidianas y registran los actos más indignos e irracionales arriesgando su vida, su integridad física y su estabilidad emocional. En estos días hemos visto los videos que exhiben en las redes sociales la irracional golpiza que una joven, afuera de una secundaria en el Estado de México, le propinó a su compañera, causándole la muerte. Los medios de comunicación nos dicen que la estudiante fallecida, era víctima de acoso escolar. Hoy, sin duda estamos presenciando una forma diferente de nota roja, que no requiere de reporteros. En este caso las personas que tomaron los videos y los subieron a las redes sociales, por lo que se evidencia, no arriesgaron su vida, ni su integridad física y tal parece que tampoco tienen problemas de culpa, pues en el video se escucha que están alentando a la agresora, en vez de buscar una forma de parar la agresión.
Al avanzar en la lectura del libro, observamos que no es fácil cubrir la nota roja: ver a desconocidos que lloran sobre el cadáver de un ser querido tendido en la vía pública, al interior de su automóvil o de su domicilio. Ricardo nos narra cómo se sentían los reporteros mientras se aventuraban a cubrir un llamado de emergencia a bordo de una ambulancia para lograr la nota y la imagen del día, sin importar el riesgo, buscando capturar el momento perfecto de la escena del crimen, del accidente o de la tragedia.
Hoy, en la época de las redes digitales, los mismos protagonistas, en muchos casos, graban los hechos de sangre y los exhiben. En México los periódicos de nota roja han mostrado la muerte en su apariencia más grotesca e inmediata desde hace varios años, todo gracias a un importante sector de la sociedad ávido por consumir violencia. Del ensayo de Ricardo se desprende que la nota roja apareció en el país durante el porfiriato, donde algunos diarios empezaban a documentar las muertes y asesinatos ocurridos durante esos años. Con el paso del tiempo, la narración ya no fue suficiente, se necesitaba constancia de lo que en realidad había sucedido, y se incluyó la fotografía.
Antes era muy común que en las notas se manejaran nombres y fotos de victimarios y de víctimas; sin importar si se revictimizaba a los involucrados, y de alguna manera, también se juzgaba. Esto ha cambiado totalmente con la implementación del nuevo sistema de justicia penal acusatorio, la ley sobre derechos humanos y la de protección de datos personales. Sin duda, este ensayo es un magnífico trabajo, que nos enfrenta a un mundo que sí existe y que nos hace reflexionar sobre la naturaleza del ser humano, y también porque incluye un buen número de mujeres reporteras, entre ellas Irene Zapata, que fueron pioneras y que confrontaron, al igual que sus compañeros, la batalla diaria con bravura.