La candidata presidencial del PAN-PRI-PRD, Xóchitl Gálvez, realiza un esfuerzo encomiable por conectar con la mayoría de los votantes, pero no avanza al ritmo esperado por ella ni por muchos que ya no desean saber nada de la 4T. En su gira por Estados Unidos, calificada de «absolutamente exitosa» por los senadores panistas, la política hidalguense pagó el noviciado. Pero antes de partir a Nueva York, en México dejó un mal sabor de boca. Ponderar como virtud cardinal lo «cabrón» del líder del PRI, Alejandro Moreno, la puso de nuevo en entredicho. Meses antes declaró que Alito encabezaba la lista de los «malos priistas» con quienes jamás trabajaría.
Advertida del traspié en una nota —o de su sinceridad políticamente incorrecta—, Gálvez, demudada, reparó: «Tengo un enorme respeto por el presidente del PRI. Estoy contenta de ir con el PRI, con Alejandro Moreno». El periodista Juan Becerra Acosta clavó una banderilla en su cuenta de X (antes Twitter): «Alguien explíquele que Alito y Alejandro Moreno son la misma persona». La misma que hundió al PRI en la peor crisis de su historia y provocó la mayor fuga de militantes y cuadros hasta vaciarlo casi por completo.
Gálvez no ha tenido más remedio que tragarse el sapo. «Necesito la experiencia y la fuerza de Alito, ¡porque vaya que es un cabrón!», dijo el 30 de enero pasado en una reunión con priistas para corresponder el apoyo a su candidatura. El Diccionario de la Lengua Española define «cabrón» como adjetivo malsonante y coloquial. «Dicho de una persona, de un animal o de una cosa: Que hace malas pasadas o resulta molesto». En función de sustantivo, sirve para ponderar. Sus equivalentes son: canalla, malo, malintencionado, malévolo, pérfido, cabrito. En su sexta acepción significa: «Macho de la cabra». En esas andamos.
Antes de encomiar la cualidades cabrías de Moreno, basadas en una fuerza y experiencia inexistentes si nos atenemos a sus resultados, la aspirante presidencial opositora asestó un golpe a los militantes del PRI que renunciaron por vergüenza. «Los malos priistas ya se fueron. Se quedaron los que creen en México, y yo les quiero decir: los necesito, los necesito, los necesito en la calle». La toma de la presidencia del partido por Alito produjo el efecto dominó: integrantes de gabinetes priistas, gobernadores, diputados y senadores del mismo signo quemaron las naves. ¿No son, al contrario, los peores priistas los que se quedaron? Los hay acusados de enriquecimiento ilícito, malversación de fondos e incluso de crímenes de lesa humanidad. Xóchitl Gálvez se echó en esos brazos.
Una perla de la candidata: «De algo se debe sentir el PRI orgulloso, es que siempre busca hacer lo correcto (…) les reconozco que tengan gente tan bien formada». «Es tiempo de recuperar esas causas de ese PRI revolucionario (…) de ese PRI que luchaba por las causas de los campesinos, de los indígenas, de las mujeres, de esas causas que caracterizan al PRI». Entonces qué quedamos. Si el PRI actúa siempre bien, ¿por qué la ciudadanía y su propia militancia le voltearon la espalda? «Fueron demasiados personajes a quienes el partido llevó a cargos de representación política que han saqueado y endeudado a sus estados. Personajes corruptos y cínicos que abusaron del cargo y privilegiaron resolver (…) su situación económica y política personal sobre la obligación de atender los problemas de las comunidades a las que juraron servir al asumir sus respectivos cargos», acusa Rogelio Montemayor, exgobernador de Coahuila, en su carta de renuncia al PRI para protestar por la imposición de Moreno.