El adjetivo «histórico» ha perdido prestigio por el abuso de su empleo, pues en la actualidad se aplica a todo, incluso a los hechos más irrelevantes y triviales: la disputa por un título deportivo, la final de un festival, el concurso de belleza del año o el concierto del cantante de moda. Lo mismo sucede con la palabra «era», la cual se asigna a políticos, directores técnicos… Histórico es lo que trasciende el tiempo y cambia el devenir del mundo. Los escritores argentinos José Luis Borges y Ernesto Sábato coincidieron en una charla de café en que los diarios (entonces los medios electrónicos y el Internet no se habían apoderado de la conversación) deberían publicarse cada año o cada siglo. Por ejemplo: «El señor Cristóbal Colón acaba de descubrir América». Uno más, de mi cosecha: «El hombre pisa la Luna». El bombardeo actual de noticias —particularmente rojas— es inclemente. Informar de todo y de nada las 24 horas tiene al país crispado. El estrés se ha vuelto crónico y la congoja, permanente.
Las hazañas del navegante genovés y del estadounidense Neil Armstrong transformaron el cosmos. Históricas, en lo político, fueron las presidencias de Nelson Mandela y de Barack Obama por la raíz racista de sus respectivos países. Las elecciones del 2 de junio son históricas porque México será gobernado por primera vez por una mujer: Claudia Sheinbaum (científica) o Xóchitl Gálvez (ingeniera en computación). México será el primer país de América del Norte en romper el techo de cristal. Hillary Clinton lo intentó en 2016, pero la atropelló un troglodita: Donald Trump. El republicano obtuvo 3 millones de votos menos, pero ganó la presidencia gracias al veleidoso sistema electoral de Estados Unidos.
América Latina ha tenido presidentas desde Tegucigalpa hasta Santiago. En la actualidad el cargo lo ocupan solo Xiomara Castro (Honduras) y Dina Boluarte (Perú) impuesta en medio de una crisis política. Hasta no hace mucho tiempo también lo ejercieron Dilma Rousseff (Brasil), Cristina Fernández (Argentina) y Michelle Bachelet (Chile), las tres de izquierda. En Europa destacan Margaret Thatcher (Reino Unido, donde Theresa May resultaría después un fiasco), la Dama de Hierro, y Angela Merkel (Alemania); en Oriente, Golda Meir (Israel) e Indira Gandhi (India) y en Asia, Benazir Bhutto (Pakistán, asesinada en su segunda campaña). Entre las primeras ministras en funciones figuran Giorgia Meloni (Italia, conservadora), Sheikh Hasina (Bangladés, centroizquierda) y Mette Frederiksen (Dinamarca, socialdemócrata). A escala global, sin embargo, la mujer sigue rezagada en los puestos de mayor responsabilidad.
En una visita del presidente José López Portillo a La Laguna, a finales de los 70, pregunté a los gobernadores de Coahuila, Durango, Chihuahua y Zacatecas, por separado, si México podría ser gobernado en el futuro próximo por una mujer. Me vieron como quien mira a un bicho raro, respondieron cualquier cosa y siguieron su camino. Quizá no por lo descabellado de la idea, sino por ser un asunto exclusivo del caudillo de turno. Años más tarde, una mujer le colocó al gobernador Eliseo Mendoza una banda presidencial, la cual se retiró en un dos por tres.
La pregunta de si México está preparado para tener presidenta cae por su peso. Lo está y así lo veremos cuando tome las riendas. Máxime después de tantos y tan malos presidentes. Si es por preparación y capacidad, las hay superiores; si por conocimiento del mundo y del país, ni que decir tiene. Las mujeres son mayoría en la lista nominal, gobiernan un tercio de los estados, el Congreso es paritario por primera vez y en el Senado representan el 51%. También ocupan los cargos más relevantes en el Poder Judicial, en los órganos constitucionales autónomos (Banco de México, Inegi, CNDH e INE) y en el gabinete. La alternancia de género en el poder está en puertas.