Las candidaturas en el PRI se cantaban hasta tenerlas como en la bolsa. Una intriga, un escándalo, una enfermedad, un accidente fatal podían echar abajo la nominación más segura. En la sucesión de 1981 el magistrado Atanasio González hizo campaña a base de carnes asadas. Cuestionado sobre el tema, el entonces secretario general del CEN, José de las Fuentes, dijo que mientras las comilonas no se realizaran en Los Pinos, no había problema. El exrector de la Universidad de Coahuila era el favorito del presidente José López Portillo y de Óscar Flores Tapia, quien también influyó para que Francisco José Madero fuera su relevo cuando renunció a la gubernatura.
El subsecretario de Seguridad Pública, Ricardo Mejía, puede contestar lo mismo que De las Fuentes a propósito de las preferencias sobre el candidato de Morena y de la 4T para las elecciones de gobernador de 2023. Mientras la encuesta no salga de Palacio Nacional, la moneda está en el aire. De acuerdo con un sondeo de Massive Caller del 14 de junio, el candidato del partido guinda debería ser Luis Fernando Salazar. El exsenador panista capta el 25.2% de las menciones, y Mejía, el 14.5%. El presidente Andrés Manuel López Obrador decidirá el mes próximo quien de ellos será el abanderado. La respuesta parece obvia.
Armando Guadiana ocupa el segundo en simpatías (23.9%), pero su propensión a los negocios, sus inversiones en paraísos fiscales (Pandora Papers), la investigación de la Unidad de Inteligencia Financiera de la Secretaría de Hacienda («Los 79 investigados de la UIF», Peniley Ramírez, Reforma,04.12.21) y sus posiciones contrarias a la 4T en el Senado enfriaron su relación con el presidente López Obrador. Perder la alcaldía de Saltillo con José María Fraustro supuso un golpe demoledor para sus aspiraciones. El delegado del Gobierno federal, Reyes Flores Hurtado, ni siquiera pinta en la pesquisa de Massive Caller. Javier Guerrero, director de Operación y Evaluación del IMSS, tiene el 9.5% de las preferencias sin haber movido un dedo.
Guadiana ha entendido la señal y se ha alineado con Ricardo Mejía, a quien suele acompañar en sus giras por el estado. Salazar se maneja con encuestas pero no forma parte del equipo de AMLO y tampoco los sectores originales de Morena lo aceptan como propio. Boicotear la candidatura del subsecretario de Seguridad, si es el elegido, sería suicida. El 1-2 que se negó hacer con Guillermo Anaya en 2017, porque la alcaldía de Torreón le parecía poca cosa, esta vez podría formarlo con Mejía y comprar boleto para la sucesión de 2029. Si Morena se divide le dará votos al PRI y viceversa.
Mejía intensificará sus actividades en Coahuila y tarde o temprano renunciará a la Subsecretaría de Seguridad Pública para dedicarse de lleno a la carrera sucesoria. En tal caso, forzaría al gobernador Miguel Riquelme a mover ficha. Morena pondrá toda la carne en el asador en Coahuila y Estado de México. El PRI nacional no puede hacer lo mismo, pues perdió la brújula y los escándalos de Alejandro Moreno, además de restar votos, han puesto en riesgo la coalición con el PAN. Riquelme y su delfín Manolo Jiménez deberán atenerse a sus propias fuerzas. López Obrador moverá cielo y tierra para llegar a la sucesión presidencial de 2024 con gobernadores de Morena en las cabeceras de las plazas de Armas y de los Mártires de Saltillo y Toluca. Se trata de elecciones de alto riesgo por las implicaciones inherentes.