La magia de los tonos rojos, naranjas y amarillos en las hojas de otoño se debe a la degradación de la clorofila y a la acción de otros pigmentos como las antocianinas y los carotenoides.
Cuando el otoño llega, las hojas de los árboles caducifolios cambian de color debido a un fascinante proceso químico. Durante esta estación, la clorofila, el pigmento responsable del color verde y esencial para la fotosíntesis, comienza a degradarse, dejando que otros pigmentos previamente presentes en las hojas se hagan visibles.
Entre los pigmentos destacados están los carotenoides, que incluyen carotenos (naranja y rojo) y xantofilas (amarillo). Estos tienen funciones protectoras y de acumulación de energía para la fotosíntesis. Por otro lado, en regiones como el este de Norteamérica y Asia, los colores rojos intensos y violetas de las hojas se deben principalmente a las antocianinas, pigmentos que se generan específicamente en otoño al descomponerse la clorofila.
Las antocianinas no solo crean colores espectaculares, sino que su intensidad depende de la cantidad de luz presente durante esta estación. Cuanta más luz, más vibrantes son los rojos y azulados. A diferencia de otros pigmentos como las betalaínas, presentes en plantas como la remolacha, las antocianinas son exclusivas de los árboles en estas regiones, otorgando a sus bosques mixtos un distintivo paisaje otoñal que atrae turismo internacional.
Este proceso químico natural no solo es un deleite visual, sino también una muestra de la adaptación de las plantas a las estaciones, donde incluso en la transición hacia el invierno, el esplendor de la naturaleza sigue dejando huella.