Los factores de poder y las oposiciones movieron mal sus fichas en la sucesión presidencial de este año. Cortos de miras, tiraron por la borda la oportunidad de girar el rumbo del país y revertir las reformas de la 4T más controvertidas. Morena capitalizó los errores y aseguró, al menos, un sexenio más en la presidencia. Claudia Sheinbaum tiene los hilos para profundizar los cambios emprendidos por Andrés Manuel López Obrador. El PAN y el PRI no han salido del marasmo causado. Marko Cortés y Alejandro Moreno son repudiados por los cuadros y las bases, no solo por ineptos, sino también por soberbios. En medio de la debacle, los gobernadores panistas (apenas cuatro) han llamado a la reconstrucción el partido fundado por un grupo de ciudadanos comprometidos con la democracia y sin ambiciones políticas.
Huérfanos de liderazgo, autoridad y apoyo popular, y sumidos en una crisis de identidad por la fusión de sus siglas (PRIAN), los partidos tradicionales cayeron en manos de la oligarquía, representada por Claudio X. González, y de intelectuales como Enrique Krauze. Su desconexión con la mayoría y con los problemas del país contribuyeron al fracaso de un proyecto basado en el modelo repudiado en las urnas. Las alianzas «Va por México» y «Fuerza y Corazón por México», a las cuales se adhirió el PRD, acumularon solo derrotas; tanto en procesos locales como federales. Movimiento Ciudadano se mantuvo al margen y en el futuro podría ser el único contrapeso de Morena.
Acción Nacional y el PRI tienen hoy la más pobre representación en la Cámara Baja desde la alternancia, con 71 y 36 escaños; en el Senado suman 21 y 15, respectivamente. Tras su fracaso en la elección presidencial —con Xóchitl Gálvez—,el PAN y el PRI difícilmente podrán mantenerse unidos. El consenso es por la cancelación de la alianza, cuya votación cayó en 5.3 millones con respecto a la obtenida por Ricardo Anaya y José Antonio Meade —juntos— en 2018. La partidocracia tradicional se halla en un callejón sin salida. No tiene líderes que apunten hacia nuevos horizontes ni discurso para recuperar el voto popular.
Los partidos y los factores de poder subestimaron al expresidente, pero a Sheinbaum la respetan. Si a López Obrador no pudieron someterlo a sus intereses, a ella, menos. La arrogancia y ausencia de autocrítica impidió a los opositores ver sus fallos. El pronóstico de que AMLO perdería respaldo por sus políticas y las reformas en seguridad y justicia, también falló. La votación por Morena y sus aliados (PT y Verde) aumentó casi 20% entre 2018 y 2024, al pasar de 30 a 35.9 millones, mientras la del PAN-PRI-PRD llegó a los niveles más bajos.
Más de 22 millones de mexicanos votaron este año por otras opciones y 38 millones no lo hicieron por ninguna. El trabajo de los partidos de oposición consiste en elevar su votación y atraer a los abstencionistas. Para hacerlo necesitan sacudir inercias, elegir democráticamente a sus dirigentes, volver a sus orígenes y ponerse del lado de la mayoría, no de las élites. También deben elaborar programas que los vinculen con los sectores donde Morena es más fuerte. La tarea no es sencilla ni asequible a corto plazo. Menos lo será, pues la presidenta Claudia Sheinbaum ha iniciado la consolidación del cambio de régimen, lo cual y afianzará a Morena como partido dominante. Las oposiciones y la oligarquía pagan el precio de olvidarse del país y de los más necesitados.