Solo quienes miran al país con orejeras y recitan consignas y sofismas pueden negar que México es distinto al de hace apenas seis años. Las mujeres pasaron de figurantes a protagonistas en ese lapso. Hoy no solo ostentan por primera vez la presidencia, con Claudia Sheinbaum; también gobiernan 13 estados (10 son de Morena y tres, del PAN). Asimismo encabezan el Poder Judicial, carteras clave en el gabinete y los órganos constitucionales autónomos (Banco de México, Instituto Nacional Electoral y Comisión Nacional de los Derechos Humanos). En el Congreso general ocupan el mismo número de asientos que los varones. El mismo peso y reconocimiento deben tener en los Gobiernos locales, los negocios, el mercado laboral y la educación. Pues de lo contrario prevalecerán la desigualdad y la injusticia.
La nueva realidad se observó durante la transmisión del poder. Antes las ceremonias eran acartonadas, tensas, sofocantes. Calificado por Sheinbaum como «el mejor presidente» en su discurso inaugural, Andrés López Obrador ingresó al Congreso entre ovaciones, y no entre reclamos, rechiflas y acusaciones, como ocurría en el pasado. Claudia Sheinbaum permaneció en la tribuna después de su investidura para saludar a los legisladores. Hasta hace poco los presidentes eran intocables. La gente quería acercarse, pero el Estado Mayor impedía cualquier contacto. AMLO y Sheinbaum derribaron el muro y el pueblo se desbordó.
En su primer mensaje a la nación como presidente, López Obrador anunció un nuevo régimen. Sheinbaum, en el suyo, trazó las líneas para continuarlo. Ni ruptura ni cambio de rumbo. Sheinbaum no solo es la primera presidenta, sino también la persona con mayor poder en ocupar la jefatura de Estado y de Gobierno. Salinas de Gortari fue un presidente poderoso, pero carecía de legitimidad. Sheinbaum está acorazada contra los grupos de presión y dispone de los instrumentos políticos para acotarlos. El silencio de las oposiciones en el Congreso resultó atronador. Sin liderazgo, argumentos ni respaldo popular, no pesan ni influyen. Política y moralmente están vencidas.
La presidenta Sheinbaum señala el camino a partidos y colectivos contrarios. ¿Quieren ser competitivos y ganar elecciones? Trabajen, escuchen a las mayorías, atiendan sus problemas, compartan sus anhelos. Durante el Gobierno de AMLO, las oposiciones, las élites, los medios de comunicación y la «comentocracia» repitieron a coro que el país era un desastre, con libertades conculcadas y al borde de la dictadura. Sheinbaum echó por tierra esa cantaleta, desmentida previamente con votos. La convocatoria a la reflexión para evaluar con «cabeza fría» y con «datos duros» lo ocurrido en los seis últimos años es para todos, pero en especial para quienes desvirtúan la realidad.
Sheinbaum tiene la mente clara y el escenario despejado. Ser la primera mujer en ocupar la presidencia, con el mayor respaldo ciudadano, le brinda la oportunidad de afianzar el régimen democrático y de atacar de raíz los flagelos de la venalidad, la desigualdad y la violencia. Sin un sistema de justicia independiente y probo, es imposible recuperar la confianza del país y atacar la impunidad. Sheinbaum ha advertido que no cederá a presiones ni restaurará privilegios. Mientras las oposiciones y los poderes fácticos sigan aferrados al pasado, menos entenderán que si hoy México es otro se debe a que la mayoría así lo decidió en las urnas.