Byung-Chul Han es el filósofo vivo más leído en el mundo. En este nuevo ensayo, “No-cosas. Quiebras del Mundo de Hoy”, aborda el paso de las cosas a las “no-cosas”. Esto es, hemos pasado del universo de lo tangible al de la información y los datos. Antes, las economías de los países se respaldaban en oro y plata, ahora todo es intangible. En el libro “Los Madero. La Saga Liberal”, Manuel Guerra de Luna nos narra cómo en la segunda mitad del siglo 19, don Evaristo Madero Elizondo comerciaba sus productos haciendo un viaje, en carretas, desde Corpus Christi, al noreste de Coahuila-Texas, luego se trasladaba a Monclova, Saltillo, Matehuala y San Luis Potosí. Al regreso, en costales, trasladaba el dinero en monedas, resguardado con gente armada. No había forma de hacer depósitos de banco. Hoy el dinero digital se traslada de un teclazo de un sitio a otro, a kilómetros de distancia.
En estos días de Navidad, una prima hermana que vive en Altamira, Tamaulipas, me solicitó la receta de nuestra abuela paterna, Eloisa Cuevas, para cocinar una carne de venado. Me preguntó que si mi abuela me había proporcionado la receta. Le comenté que la obtuve de ver tantas veces cómo la cocinaba; y compartimos que ella preparaba embutidos y muchos otros ingredientes para elaborar las comidas, los preparaba en conservas que le duraban casi todo el año. Por ejemplo, en temporada que había mucho chile güero, lo preparaba para irlo consumiendo por varios meses. Donde vivíamos no había energía eléctrica, carecíamos de refrigeradores. Sin embargo, la gente tenía muchas maneras de conservar los alimentos, duraban meses. Y hoy muchas de esas cosas se han perdido.
De este tránsito de las cosas a las no-cosas trata el filósofo coreano Han, ahora radicado en Alemania, en su más reciente texto traducido al español. Nos escribe cómo este proceso hacia lo digital, “desmaterializa y descorporeíza el mundo”. De cómo “los medios digitales sustituyen así a la memoria, cuyo trabajo hacen sin violencia ni demasiado esfuerzo. La información falsea los acontecimientos. Se nutre del estímulo de la sorpresa. Pero este no dura mucho. Rápidamente sentimos la necesidad de nuevos estímulos, y nos acostumbramos a percibir la realidad como una fuente inagotable de estos”.
Recuerdo que apenas hace unos 20 años nos sabíamos de memoria los números de nuestros teléfonos fijos, los de nuestros familiares y amigos con los que más convivíamos. Y hoy nuestra memoria ha sido reemplazada por la información que guardamos en nuestro “smartphone”. Hace unos meses necesitaba hablar con mi hija Ximena, pero mi celular se había descargado, y no tenía en ese momento forma de recargarlo, por tanto, tampoco podía obtener el número de celular de ella, pues está guardado en el aparato celular. Tuve que esperar a conseguir un cargador para comunicarme. Esto evidenció que no me sabía los números de los teléfonos móviles de los más cercanos, tampoco el número del teléfono fijo de mi casa, ni tampoco el de mi oficina. Había perdido la costumbre de utilizar mi memoria para “guardar” los números de los teléfonos de los más cercanos, como lo hacíamos antes de “encargarle” esa tarea a un “smartphone”. A partir de esa experiencia, hoy cargo una pequeña tarjeta enmicada con los números de los celulares. Regresé, para atender la situación de poder comunicarme, a usar una cosa, una pequeña tarjeta, y así no depender de información que está en una “no-cosa”, como dice Han, de datos que requieren de un instrumento digital para acceder a la nube de información, que no sabemos dónde está.
Hoy actuamos, en palabras de Byung-Chul, “como cazadores de información, nos volvemos ciegos para las cosas silenciosas, discretas, incluidas las habituales, las menudas o las comunes, que no nos estimulan, pero nos anclan en el ser. El orden terreno, se compone de una cosa que adquiere una forma duradera… El orden terreno está siendo hoy sustituido por el orden digital”.
El mundo se torna cada vez más intangible. Nada es sólido y tangible, sostiene Han. Hace unos años que Zygmunt Bauman, un sociólogo y filósofo, polaco-británico, acuñó el término de modernidad líquida, y sostenía que “el internet es un mundo de ciberacoso y difamación”. Hoy, según Han, todo se vuelve calculable, la felicidad desaparece, la felicidad es un acontecer que escapa a todo cálculo.
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