En sus 10 años de gobierno como primer ministro de Canadá, ha pasado de ser el glamuroso abanderado del mundo liberal al blanco de las bromas de Donald Trump.
Justin Trudeau irrumpió en la escena política mundial como un símbolo de renovación liberal en 2015, emulando el mensaje de esperanza de Barack Obama. Su llegada como primer ministro de Canadá fue celebrada como un soplo de aire fresco, respaldado por un gabinete paritario, posturas progresistas y una marca personal que resonó en todo el mundo. Sin embargo, su arco político parece acercarse a un desenlace que combina desencanto, polémicas y desafíos internos y externos.
A pesar de sus éxitos iniciales, como la apertura a los refugiados y los avances en la reconciliación con las poblaciones indígenas, la luna de miel con los canadienses fue breve. Desde 2017, su mandato ha estado marcado por escándalos personales, como sus polémicos disfraces, y decisiones controvertidas, como sus lujosas vacaciones no declaradas. Estos episodios dañaron su credibilidad y transformaron su imagen de ícono progresista en blanco de críticas.
En el plano electoral, Trudeau ha sobrevivido políticamente liderando gobiernos minoritarios tras perder el voto popular en 2019 y 2021. La pandemia exacerbó la polarización en el país, con restricciones que alienaron a una parte significativa del electorado. El llamado “convoy de la libertad” y la creciente crisis de asequibilidad evidencian un Canadá más dividido y un primer ministro cada vez más incapaz de unir a la nación.
Externamente, la victoria de Donald Trump en 2024 intensifica la presión sobre Trudeau. Las amenazas económicas del presidente electo y sus burlas en redes sociales subrayan la fragilidad de la posición de Canadá en el escenario global bajo su liderazgo. Trudeau, quien alguna vez fue visto como un contrapeso al populismo, parece haber perdido esa ventaja.
La reciente dimisión de su viceprimera ministra Chrystia Freeland y el voto de confianza anunciado por la oposición son claros indicadores de un gobierno en crisis. Los sondeos colocan a los Liberales 25 puntos por detrás de los Conservadores, lo que augura una derrota aplastante si se convocan elecciones. Trudeau enfrenta un dilema: luchar por un futuro incierto o retirarse con la dignidad que su legado aún puede ofrecer.
Como su padre antes que él, Trudeau parece acercarse a un «paseo por la nieve», un momento de introspección que podría culminar en su dimisión. La pregunta no es solo qué será de Justin Trudeau, sino si su partida marcará el fin de una era para el Partido Liberal y para el progresismo en Canadá.