¿Hasta dónde está dispuesta la dirigencia nacional del PAN a llevar su desacuerdo con el gobernador de Coahuila Manolo Jiménez? Para ganar credibilidad, recuperar base social y demostrar que la demanda va serio y no es un recurso electoralista y desesperado de su líder Marko Cortés, podría emprender acciones como: a) abandonar la coalición legislativa, con lo cual el PRI no solo perdería el control del Congreso, sino también quedaría en desventaja frente a las demás fracciones; b) pedir a sus militantes retirarse, al menos provisionalmente, de los cargos que ocupan en la administración estatal, y c) dejar sin efecto las notarías que aceptó a cambio de coligarse con el partido gobernante en las pasadas elecciones.
Sin embargo, como a los partidos no los distingue la congruencia ni el compromiso con sus militantes, y menos aún con la sociedad, difícilmente el PAN se atreverá a tanto. Aducirá que escalar el conflicto solo favorecería a Morena sin aceptar que el partido de la 4T, antes del pleito con Jiménez, ya lo había desplazado como segunda fuerza electoral en el estado. Además, desde los sexenios de Rubén Moreira y Miguel Riquelme al panismo le ha sentado bien su papel de secuaz del Gobierno. La indolencia, el conformismo y su renuncia a ser oposición llevaron al PAN a su actual crisis.
Pedir la remoción de Cortés y su retiro como número uno de la lista de candidatos a senadores plurinominales, en vez de apoyar a su líder y exigir al Gobierno el cumplimiento de los compromisos asumidos por la coalición, habla de dónde están los verdaderos intereses del partido, del desánimo en sus filas y de la pésima dirección de Elisa Maldonado. No es el PRI quien desacredita a Cortés, sino sus propios compañeros. Acción Nacional, como Esaú, se vendió por un plato de lentejas. El problema no es el cuenco ni su contenido, sino la naturaleza del pacto y las bases sobre las cuales Alejandro Moreno, Marko Cortés y Manolo Jiménez lo firmaron.
El acuerdo oficial registrado ante el Instituto Electoral de Coahuila compromete «un Gobierno de coalición». La cláusula décimo quinta señala que los partidos aliados «previo acuerdo concreto, aportarán las propuestas de personas que cumplan con el perfil idóneo, que se integrarán en cargos de diversos niveles jerárquicos de la administración pública estatal, conforme a los objetivos de la plataforma electoral y visión de Gobierno para los próximos años» (Espacio 4, 733). El documento exhibido por Cortés, suscrito entre bastidores, especifica el reparto.
Acción Nacional habría ganado respetabilidad si en lugar de negociar posiciones pone sobre la mesa demandas ciudadanas como investigar y castigar la megadeuda, las masacres de Allende y Piedras Negras, las empresas fantasma y otros atropellos cometidos durante el moreirato. El partido otrora capaz de cimbrar al Gobierno hoy es su comparsa. Triste momento vive la organización fundada por demócratas genuinos cuyo objetivo principal no era tomar el poder, sino democratizarlo; no asumir los vicios de un sistema venal y autoritario, sino erradicarlos. Su propósito tampoco consistía en convertir la política en un coto, sino en ciudadanizarla. No para privilegiar a las élites, sino para encauzar al país por la senda de la justicia y el bien común. El partido que inspiró a tantos y obtuvo victorias épicas, hoy está hecho añicos, devorado por la codicia, la soberbia y náufrago por su propia voluntad.