La polarización extrema, alimentada por la desinformación y el tribalismo digital, está erosionando los cimientos de nuestras sociedades. Las divisiones ideológicas se profundizan, convirtiendo las diferencias de opinión en enemistades irreconciliables. Este fenómeno no solo paraliza el diálogo y la cooperación, sino que también alimenta la violencia, la discriminación y el autoritarismo. En un mundo cada vez más interconectado, la incapacidad de encontrar puntos en común amenaza con sumirnos en un ciclo de conflicto perpetuo, donde la verdad se sacrifica en el altar de la ideología y el futuro se ve ensombrecido por la intolerancia.
