Las elecciones del 2024 serán muy complicadas. El presidente Andrés Manuel López Obrador, insistirá en entrometerse a lo largo del proceso. Él tiene un proyecto de poder, personal. Él piensa que va a transformar el país, pero ya es consciente de que se terminó el tiempo. Eso le preocupa y acelera las cosas para placear a sus corcholatas y tomar ventaja ante los electores. Las indicaciones del Instituto Nacional Electoral y el tribunal, hacia su conducta e intromisiones, no son acatadas. Los actuales consejeros del INE no pueden con el paquete. Les falta liderazgo y valor para enfrentar al mandatario. La salida de Lorenzo Córdova y Ciro Murayama y las imposiciones de Morena lo debilitaron.
El presidente es poderoso e implacable. Además, no le importa pasar sobre la ley. Él desprecia a la opinión pública, para eso ya tiene a los medios de comunicación, y a los periodistas, desprestigiados y etiquetados. Se siente libre de contrapesos y es adicto a las encuestas, en las que busca comprobar su popularidad.
Sin embargo, el presidente está furioso porque las cosas marchan mal, su gobierno no luce, trae problemas de dinero, las obras no se terminan a tiempo y las criticas emergen cada vez con más fuerza y penetración. Él sabe que su prestigio inicial se va a agotando y solamente cuenta con sus bases fieles, los beneficiarios interesados por becas y por puestos. Ya no hay devoción amplia.
López Obrador ya perdió su pátina de honestidad valiente. Ahora es reconocido como el Rey del Cash y protector de corruptos que pululan en su gobierno y en todos los niveles. Es así, que sabe, que tiene que forzar las cosas para ganar la presidencia de la república, con alguna de sus corcholatas. Escogerá a la fiel o a la más competitiva, No quiere perder.
Actualmente trabaja en la destrucción del fenómeno de Xóchitl Gálvez y trata de inflar a Samuel García, el gobernador nuevoleonés y hasta al tímido Luis Donaldo Colosio Riojas. La senadora hidalguense enfrenta sendas denuncias en varios frentes: Fiscalía General de la República, Fiscalía de la Ciudad de México, en el INE y en el tribunal electoral, más las que se acumulen.
Así como las corcholatas navegan durante más de 40 días en la mediocridad con eventos de acarreados, los aspirantes de la Alianza Amplia Opositora andan con reuniones pequeñas que no generan expectativas mayores, salvo en el caso de Xóchitl Gálvez.
La elección del superdomingo 2 de junio del 2024, está en riesgo. El presidente la ha dañado y se corre el riesgo de generar incertidumbre y protestas con los resultados. Los gobiernos estatales han recortado recursos a los institutos locales lo que empeora las cosas. Ya hay quien habla de que podrían llegarse a los extremos de anulación del proceso y protestas en las calles.
Se están incubando tormentas. La elección del 2024 será el proceso electoral más grande que se realice en la historia de nuestro país. Por supuesto, el plato principal será que, a nivel federal, se renovará la Presidencia de la República, 128 senadurías y 500 diputaciones federales. En tanto, a nivel local, en ocho entidades federativas se disputarán las gubernaturas: Chiapas, Guanajuato, Jalisco, Morelos, Puebla, Tabasco, Veracruz y Yucatán.
También, habrá elecciones en la CDMX para elegir a la jefatura de gobierno. El mismo día, se disputarán las diputaciones de los congresos locales en 31 de las 32 entidades federativas y en 25 estados se renovarán ayuntamientos y las alcaldías en la Ciudad de México.
A López Obrador, los problemas lo rebasaron, su sexenio se consume en medio de cientos de miles de tumbas. La 4T es una tragedia, es un fracaso en muchos sentidos. Estamos ante escenarios inéditos en un país convulso y polarizado. El presidente se niega a soltar el poder. Cada día estos escenarios políticos y sociales se ponen más intensos e interesantes. Veremos.