Estados Unidos ha tenido 47 presidentes, incluido el actual, de los cuales cuatro fueron asesinados durante su ejercicio. El tercero de la lista, William McKinley (republicano), recibió dos disparos del anarquista Leon Czolgosz, mientras recorría la Exposición Panamericana de 1901, celebrada en Búfalo. El magnicidio ocurrió en el sexto mes del segundo periodo de McKinley, quien inició su carrera política en la Cámara de Representantes, cuyo asiento perdió por aprobar un aumento en los aranceles a las importaciones. Tehodore Roosevelt terminó el mandato; en 1904 ganó las elecciones y permaneció en el poder cuatro años más.
McKinley consumó la anexión de Hawai a Estados Unidos, pero soñaba con más. «Yo caminaba por la Casa Blanca, noche tras noche, hasta medianoche; y no siento vergüenza al reconocer que más de una noche he caído de rodillas y he suplicado luz y guía al Dios Todopoderoso. Y una noche, tarde, recibí su orientación, no sé como, pero la recibí: Primero, que no debemos devolver las Filipinas a España, lo que sería cobarde y deshonroso; segundo, que no debemos entregarlas a Francia ni a Alemania, nuestros rivales comerciales en el oriente, lo que sería indigno y mal negocio».
Habían otros dos puntos: «Tercero, que no debemos dejárselas a los filipinos, que no están preparados para autogobernarse y pronto sufrirían peor desorden y anarquía que en tiempos de España; y cuarto, que no tenemos más alternativa que recoger a todos los filipinos y educarlos y elevarlos y civilizarlos y cristianizarlos, y por la gracia de Dios hacer todo lo que podamos por ellos, como prójimos por quien Cristo también murió. Y entonces, volví a la cama y dormí profundamente, y a la mañana siguiente mandé llamar al ingeniero jefe del Departamento de Guerra (nuestro creador de mapas) y le dije que pusiera a las Filipinas en el mapa de Estados Unidos, ¡y allí están!, y allí quedarán mientras yo sea presidente!» (Wikipedia).
William McKinley volvió a ser noticia gracias a un admirador devoto. Donald Trump dispuso mediante una de las múltiples órdenes ejecutivas con que inició su Gobierno, reimponer el nombre de McKinley al Monte Denali, en Alaska, adquirido por Estados Unidos al imperio de Rusia en 1867. Casi 20 años atrás, México había perdido más de la mitad de su territorio por la cesión de Texas, Arizona, Nuevo México, California y otras superficies a su expansionista vecino del norte, gobernado entonces por el presidente James K. Polk.
Trump se vengó de paso del expresidente Barack Obama, quien restableció el orónimo original de la montaña en 2015. La obsesiva animadversión política de Trump hacia Obama tiene fondo racial. En el contexto de las elecciones de 2016, ganadas por el magnate neoyorkino a Hillary Clinton, Randall L. Kennedy declaró que «el fenómeno de Donald Trump se ha nutrido en gran parte del resentimiento contra el primer presidente negro» en la historia de Estados Unidos (BBC Mundo, Nueva York, 14.10.16). La entrevista de Gerardo Lissardy con el profesor de Derecho en la Universidad de Harvard se actualizó el 9 de noviembre.
Sobre el sentimiento antiinmigrante de Trump y su relación con Obama, Kennedy advierte que la animosidad «no apunta solo a gente que está en EE. UU. ilegalmente; tiene un alcance más amplio». Antes había dicho que «cuando hablan de “recuperar el país” o “volver a hacer grande a América”… Causó semejante shock y desorientación la idea de que una familia negra ocupando la Casa Blanca, que algunos estadounidenses están enojados. Lo vemos de varias formas». El enfado de hoy lo concita, en capas extensas, un presidente blanco cuyas armas son el expansionismo de McKinley y el Gran Garrote de Roosevelt